En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 11 Marzo 2023

Segunda semana de Cuaresma

Palabra del día
Evangelio de Lucas 15,1-3.11-32

Orghìsthe

Versículo 28, orghìsthe, literalmente, se indignó con ira.
En la mesa satánica son dos las comidas más suculentas, exquisitas, y por eso las más cotizadas. Miedo e indignación. El miedo de los pobres, de los pecadores, de las víctimas y la indignación de los fuertes, de los poderosos y de los que se consideran estar en lo justo. Los espíritus del mal literalmente se engordan de esa, su linfa predilecta, compuesta por miedo e indignación, suministrada directamente por los circuitos mentales de las personas cuando se transforman en secuencias de pensamientos y palabras. Es esta linfa hecha de miedo e indignación iracunda que vuelve los espíritus del mal cada vez más fuertes e invencibles en cada rincón de la tierra y en cada tiempo.
El miedo brota irrefrenable de la mente y del corazón del hijo más joven en el momento en el cual, recobrado el control de sí mismo, se da cuenta que la única realidad real que les ha quedado entre las manos son sus ilusiones desgastadas y desmembradas, y se encuentra solo y desesperado, con la boca llena de decepción y barro.
La indignación brota irrefrenable, en nombre de la justicia y de la verdad, en defensa del bien y de la moral, de la mente y del corazón del primogénito, que se identifica con la ley, el deber y la santidad. La indignación es violentamente vomitada en la cara al Padre, con profunda molestia, condena y rebelión, hasta la separación y el conflicto con el mismo Padre. La indignación brota furiosa del corazón y de la mente del primogénito, podridamente enmantada de amor de justicia, en el total desprecio por el hermano, a través de un juicio incuestionable y una separación inapelable.
El miedo ha sido vencido y cancelado por un golpe de riñón espiritual del hijo más joven, por su fe en la misericordia del Padre, despertada en un instante de conciencia, la conciencia que el amor divino nunca puede abandonar a sus hijos. El miedo del hijo más joven se disuelve en súplica hacia el Padre y lleva a las lágrimas las vísceras de misericordia del Padre, hasta el perdón y a la tiernísima reconciliación.
La indignación venenosa del primogénito no desiste, y obliga al Padre a una cosa tan increíble como innombrable y nunca antes narrada: el Padre suplica al hijo y le implora no usar aquella indignación para sumergirse en la separación y renunciar así a la fiesta y a la majestuosidad del amor. Dice el texto: Su padre salió y le suplicaba.
Aquí hay algo absolutamente nuevo y nunca oído sobre el cual reflexionar largo rato y profundamente: el perdón de Dios Padre es cierto, o mejor dicho preventivo, majestuoso, alegre, completamente revivificante. Y además es cierto que la súplica del hijo es capaz de mover las vísceras de la misericordia de Dios Padre hasta las lágrimas, el abrazo, el perdón, la fiesta, la reconciliación total. Pero lo que no es cierto es: a pesar de que es increíble y racionalmente casi inaceptable, ¿puede la súplica de Dios Padre a sus hijos lograr llevar hacia el amor, la compasión y la fiesta la mente y el corazón de los indignados, de los juzgantes, de los que a tuertas o a derechas andan juzgando y condenando en el desprecio y con molestia a sus hermanos? El evangelio deja la respuesta suspendida.
Entre el miedo que nace en el corazón de los pequeños y de los débiles pecadores y la indignación iracunda de los perfectos, Satanás prefiere en absoluto la segunda, y es exactamente la indignación de los que se consideran justos que está volviendo a los hombres un peso insoportable incluso para la madre tierra y las potencias del cielo.