En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 24 Abril 2024

Cuarta semana de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 12,44-50

Opciones

Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo. Es una posibilidad: escuchar y acoger la Palabra de Jesús, pero en el medio de este mundo complicado y para nada espiritual, en el medio de las persecuciones y de las tentaciones de cada día, no lograr practicarla. Esta posibilidad no conocerá su condena, por el contrario, la Palabra misma, si acogida, aunque no siempre observada, mantiene de todas formas su poder curativo y salvífico. Otra opción posible es: Él que me rechaza [el verbo griego es athetèo] y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgueEs la opción del rechazo de la Palabra de Jesús, más bien, dice el texto, el rechazo de su misma persona. Eso comporta la condena, y no por parte de Jesús, sino de la Palabra misma. ¿En qué sentido? Athetèo, ”niego, rechazo como falso, rehuso, abolo, abrogo; hago vano, privo de eficacia, vanifico”, etimológicamente significa quitarle el lugar a una cosa que ya lo tiene, quitar realidad a la realidad. Es idolatría: considerar no-real una cosa que es real, y viceversa. Formado por alfa privativo unido a thètos, “puesto”, puede ser traducido más literalmente con: “quitado el sitio, puesto afuera”.
Jesús nunca habla de no-fe como posible opción por lo que se refiere a él, sino de rechazar-vanificar, o sea reconocer la verdad y la belleza de una realidad, pero al mismo tiempo decidir alejarla como si no existiera.
Entonces será precisamente la Palabra de Jesús, que a su debido tiempo aparecerá como verdadera, como la realidad, la única verdadera realidad, que condena los corazones que la han rechazado–vanificado-vaciado, porque verán que han rechazado-vanificado-vaciado la verdad. Esta acción de rechazo, es rechazar al Espíritu Paráclito, es renegar toda forma de honestidad intelectual.
La Palabra de Jesús no es un compendio confesional, no es una constitución sobre la cual fundar una religión, sino es la guía, el manual de uso de la humanidad, el conjunto de los procedimientos divinos para aprender a vivir sobre esta tierra el don de la vida, para evolucionarla en el esplendor y en la gracia, en el bienestar y en la paz que Dios ha pensado para nosotros. Por eso rechazar a Jesús y a su Palabra es rechazar la evolución espiritual, mental y social del hombre, es cerrar las puertas al despertar del hombre, es anular toda posibilidad de encaminarse hacia la paz, el bienestar verdadero, la salud y la armonía. Quien rechaza a Jesús y a su Palabra, no rechaza una ritualidad, una confesión religiosa, sino el conocimiento y la luz de los secretos de la vida misma. En esto consiste la condena que viene de la Palabra misma. Escuchar la Palabra de Jesús y currar en seguirla y en practicarla es parte del proceso del Espíritu Paráclito. Rechazar a Jesús y a su Palabra es parte del proceso del predador satánico. Cabe subrayar que el hecho de que Jesús, cuando ha recordado a su pueblo esta verdad, no la haya dicho simplemente sino, según el texto griego, para anunciarla la haya gritado literalmente a toda la humanidad. Está escrito de hecho literalmente al versículo 44: Jesús entonces gritó [verbo griego krazo, “grito, chillo”]  y dijo. Si Jesús grita, si Dios está obligado a gritar algo, es probable que sea algo digno de nota, quizás incluso digno de toda la atención del hombre.