En el borde de una de los doscientos millardos de galaxias observables en el universo está encastrado un pequeño planeta donde viven seres que han permutado el sentido, el significado, la finalidad, la energía, el movimiento mismo de su vida. Los seres de este pequeño planeta están gobernados internamente y enteramente por el ego, la construcción mental de un yo ilusorio que sustituye la verdadera esencia pneumopsíquica del hombre creado por Dios. Para el ego de estos seres es absolutamente indispensable vivir del contracambio y en el contracambio, para estos seres el contracambio es obligatorio para alimentar la competición, imprescindible para mantener el control, irrenunciable para manejar el control, irrenunciable para manejar el poder, inevitable para crear el conflicto. El contracambio es la fuerza gravitacional misma del ego, que todo atrae a sí. El ego no piensa, no elige, no actúa nunca según el significado, el valor, el sentido, la validez de una realidad, sino siempre, sólo y únicamente para el contracambio que puede recibir de eso, cumple toda cosa exclusivamente para la recompensa, para una devolución, una contrapartida. El contracambio lo controla todo y está siempre continuamente mantenido bajo control, porque es siempre artificioso y calculado también cuando está inserido en la costumbre, es siempre intencional también cuando parece inconsciente, está siempre esperado, querido, tomado en cuenta, soñado, valorado, deliberado aun si omitido. El contracambio es siempre, siempre meditado, y premeditado, es más, el contracambio es el corazón mismo de la meditación y del diálogo interior del ego. Todo puede volverse mercancía del contracambio, dinero, cosas, prestigio, hombres, mujeres, comida, religiones, ideologías, miedo, violencia, justicia, oración, vida, muerte, trabajo, divertimiento, afectos, relaciones, seguridad, y miles, miles otras realidades. El contracambio hace todo lo que hace para crearse un lugar dentro de las personas, un lugar dentro de su mente, dentro de su corazón, dentro de su estima, atención e interés. El contracambio se siente bien sólo si logra ser importante para los demás, se siente óptimamente si logra ser indispensable, se siente de forma superlativa si llega a considerarse insustituible. El contracambio vive para crear relaciones y genera el más pervertido, mortal y satánico de los vínculos, la posesión. La posesión es siempre contracambio, se puede disfrazar de cualquier forma de comportamiento y vínculo ético y legítimo, como unidad, servicio, disponibilidad, favor, cohesión, acuerdo, sintonía, complicidad, solidariedad, camaradería pero, en realidad, es sólo y únicamente chantaje afectivo, baboso mercado, cruel intercambio, comercio de poco fiar, brutal tráfico, solapada complicidad, despiadado interés. El contracambio es aquel sistema mental que ofrece a un niño protección, cuidado, un techo y alimento a costa de deberes, empeños, fatigas, sudor, sacrificios, privaciones, renuncias, para luego un día llegar a gritarle encima: ¡con todo lo que he hecho para ti! El contracambio crea aquel tipo de vínculos que son perfectos y en equilibrio hasta que eres obediente, conforme, adaptable, sometido, pero en realidad se trata sólo de intercambios afectivos, porque, en cuanto manifiestes disenso, a los ojos del contracambio te vuelves ingrato, en cuanto estés en desacuerdo, te vuelves un contestador insolente, en cuanto ya no estés ciegamente disponible, eres un prepotente egoísta y, si no te dejas poseer, eres inservible, puedes ser eliminado, destruido. Es el contracambio que genera aquel tipo de vínculos para que una persona pueda afirmar que su hijo es toda su vida y no podría vivir sin él. El contracambio puede decir esto de la hija, de la mujer, del marido, del amante, de la pareja, del trabajo, del divertimiento, de la casa. El contracambio se enmascara detrás de la compartición pero es sólo participar a un cálculo, se mezcla en la complicidad pero es sólo sintonía en el intercambio, se combina con la unidad pero es sólo provecho recíproco. El contracambio contesta a intereses de todo tipo y aventaja la posesión, y, con el tiempo, crea en la tierra sólo sometimiento, subordinación, sentimiento de inferioridad, dependencia, sujeción. Sin prever el contracambio, el ego se quedaría completamente desubstanciado. Cuando no recibe el contracambio, el ego en un primer momento se queda estupefacto, desorientado, pasmado, como embalsamado, luego se siente traicionado, injustamente tratado, deprimido, inerte, sin energía, y luego se enfada, se enfada a muerte. El sistema del contracambio es la llaga psíquica más profunda de la humanidad, su más mortal, contagiosa epidemia espiritual.
Si se quitara el contracambio de la vida del hombre, ¿qué quedaría de todo lo que el hombre piensa y cumple cada día, en este pequeño planeta?
Para el Maestro Único el ejemplo del almuerzo y de la cena es útil para explicar a la humanidad de este planeta qué es el contracambio, pero es evidente que no habla sólo del contracambio que tienen que ver con almuerzos y comidas. El Maestro revela con claridad cuánto pueda ser desviador y peligroso el contracambio, cuánto pueda encerrar el corazón de un hombre en detención en la prisión del interés, cuánto pueda encadenar la mente de un hombre dentro del aislamiento de la obsesión, de la posesión. Vivir el sistema del contracambio humano no permite a la energía divina e inteligente del amor alcanzar el corazón y la psique del hombre y así el hombre se queda en un estado hipoenergético e ignorante.
El contracambio es energía que se mueve, siempre y exclusivamente, según condiciones y cálculos, el amor es energía que se mueve, siempre y exclusivamente, sin condiciones y de forma anticipada. El amor que ha llevado el Maestro Único a encarnarse y a visitar este planeta es un amor siempre anticipado y siempre incondicionado y por esto puede salvar, sanar y renovar. El amor se funda sobre la potencia de la gratuidad y sobre la gracia de la gratitud, gratuidad y gratitud anticipadas e incondicionadas. Es la gratuidad que desarrolla la energía del amor, el contracambio desarrolla sólo el interés. El Maestro Único indica que los habitantes de este planeta podrían por fin empezar a abandonar el sistema del contracambio, empezando por invitar a cena y al almuerzo, o sea a invitar a la mesa puesta del bienestar, de la libertad, de la prosperidad, a todos los que, por efecto del contracambio prolongado en los milenios, se han vuelto pobres, miserables, enfermos, ignorantes, débiles, esclavos, tristes, menospreciados, oprimidos. Lo que los hombres y las mujeres de este planeta llaman amor no es amor gratuito, sin condiciones, anticipado y grato, no es amor, es otra cosa, y no es para la vida de ahora, ni para la de siempre.
Contracambio 31 LUN ORD 2
Contracambio