En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 14 Junio 2019

Tenth Week in Ordinary Time

Word for today
The Gospel of Matthew 5:27-32

Donde

¿Dónde se entablan las batallas? En los campos de batalla. No. Absolutamente no. En los campos de batalla, la batalla se extingue. ¿Dónde se combaten las guerras? En los campos de guerra. No. Absolutamente no. En los campos de guerra, la guerra termina. ¿Dónde se enciende el desafío? En el terreno del desafío. No. Absolutamente no. En el terreno del desafío, el desafío se agota. ¿Cuándo se saborea la retorsión por venganza? Cuando el enemigo paga la deuda con los intereses. Absolutamente no. Cuando la venganza ocurre, ya se ha esfumado y desmallado. ¿Dónde se consume la traición del amado o de la amada? En la yacija ajena? No. Absolutamente no. En la yacija ajena la traición ya es memoria. ¿Dónde ocurre la injusticia? ¿Dónde los gritos de los pobres se levantan angustiados? No. Absolutamente no. ¿Dónde se cumple la violencia? ¿Dónde la sangre corre? No. Absolutamente no. ¿Dónde se ejercen el dominio, el control, la sumisión? ¿Dónde se aprietan las cadenas, donde reina la inspección, donde se multiplica la esclavitud? No. Absolutamente no.
¿Dónde se elige ser agradecidos y vivir de gratitud? ¿Dónde se cumple la gratuidad aun antes de realizar la gratuidad del gesto? ¿Dónde se elige amar aun antes de donar afecto? ¿De dónde brota el humilde pedido de perdón y la oferta de perdón, compasión, misericordia?
¿Dónde el hombre se enferma? ¿Dónde el hombre previene la enfermedad? ¿Dónde el hombre inicia la sanación? ¿Cuál es el lugar donde en el hombre todo ocurre, de donde todo se origina y donde todo se consuma, se cumple, se actúa?
Jesús define este lugar kardìa. Kardìa es el “donde” de donde todo parte y donde todo se cumple de la vida del hombre. Kardìa  es el lugar decisorio, el lugar en el cual el hombre “comete” aun antes de cometer, juzga antes de juzgar, condena antes de condenar, actúa antes de actuar, se mueve antes de moverse, ejecuta antes de ejecutar, posee antes de poseer, aferra antes de aferrar. Kardìa es el centro decisorio del hombre, el corazón del pensamiento, expresión de la vida intelectiva y espiritual: el término griego deriva del acadio karshu, “órgano interno”, en particular, “corazón”, pero también “inteligencia, ánimo, mente”. El corazón, para el mundo semita, es la sede de las vibraciones de la razón, mientras las vísceras son la sede de las vibraciones de la misericordia, de la emoción amante. El corazón, centro de la actividad espiritual consciente y volitiva de la entera persona, es la sede del diálogo interior, donde se idea todo proyecto, todo propósito. Es la sede del logos humano, del dia-logos interior personal de donde el todo de la vida del hombre trae origen y energía. No son los músculos que se mueven, los ojos que miran, las orejas que escuchan, los pies que caminan, es el corazón-kardìa que les da ordenes bajo forma de informaciones y energía. Kardìa es el corazón que piensa, el yo personal que establece, es el centro decisorio, donde continuamente el hombre dialoga y decide los grandes y pequeños si y no de su vida.
Cada inmenso horror y miseria y grande bienestar, cada inenarrable dolor y maravillosa alegría que la humanidad ha podido vivir, ha siempre, indiscutiblemente, rigurosamente salido del corazón-kardìa del hombre. La humanidad no ha encontrado las cadenas con las cuales ha sido encadenada y esclavizada por milenios en las cárceles de los carceleros, en las leyes injustas de los potentes, en la prepotencia de los reyes y de los emperadores, sino en los pliegues profundos del propio corazón-kardìa. No por las páginas de los libros el hombre ha sido engañado por ideologías y filosofías maléficas y malsanas, por doctrinas insensatas, disparatadas, alienantes, sino por los razonamientos del propio corazón-kardìa. El hombre no ha sido reducido a hallarse, por generaciones y generaciones, en la ignorancia más angustiosa y abyecta, por la voz persuasiva y venenosa de encantadores sin escrúpulos, por histriones legitimados por el poder a cumplir todo atropello y maleficio respecto al conocimiento y a la verdad, sino por la voz de las intimidades recónditas del propio corazón-kardìa engañado. La humanidad no podrá liberarse de los propios verdugos que le están lacerando en la carne, en la inteligencia y en el espíritu, bajando en la plaza, sino bajando en el propio corazón-kardìa, el único lugar donde volver a ponerse en resonancia con el amor de Dios y la plenitud de la vida. La humanidad no encontrará la propia evolución escuchando la voz de aquellos que se hacen voz de la evolución y de la renovación, sino escuchando la voz de Dios y del amor en el propio corazón-kardìa.
En su próxima venida intermedia, el Señor Jesús no visitará la tierra partiendo de una cuna, sino, después de haberse mostrado en el cielo en su gloria y potencia divinas, visitará uno por uno el corazón, la kardìa de todos sus hijos. En ese momento, contemporánea e instantáneamente, hará sentir a todos, sin filtros y reducciones, cuanto la kardìa de cada uno está latiendo por amor o por rabia, esté latiendo por Dios o por el ego. Este momento de altísima e intensísima conciencia hará vibrar una parte de la humanidad con vibraciones de angustia y otra parte con vibraciones de dulcísima gratitud. Este momento de radiosa e nitidísima revelación hará vibrar una parte de humanidad con vibraciones de irrefrenable fastidio infernal y otra parte con las vibraciones de un canto de loa y bendición que jamás antes oído humano habrá podido escuchar. Las vibraciones del corazón-kardìa de la humanidad en este momento altísimo sacudirán incluso el corazón-kardìa de la tierra y del sol.

 

Señor dulcísimo,
tu que eres la Kardìa misma del amor y de la alegría,
de la belleza y de la potencia,
tu que estás en la puerta de nuestra kardìa y tocas, entra,
te rogamos, entra y habita en nosotros.
Cuando tu habitas nuestra kardìa
tenemos la fuerza, la humildad y la inteligencia
de abrir la puerta de nuestra kardìa
sólo al perdón y nunca a la venganza,
a la comprensión y nunca al juicio,
a la gratitud y nunca al fastidio,
a la gratuidad y nunca a la avidez,
a la sonrisa y nunca a la rabia.