En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 27 Abril 2024

Cuarta semana de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 14,7-14

Unidad

No es la fuerza que genera unidad, sino la unidad que genera la fuerza. No es el ser fuertes que hace estar unidos, sino el estar unidos que hace ser fuertes. La unidad es el sistema vital que genera y desarrolla toda forma de energía. Jesús nos recuerda (Lucas 11,18) que incluso Satanás, el divisor, el separador, si quiere alcanzar sus objetivos mortales, en todo su sistema destructivo no puede conocer separación y desunión en sí mismo y en sus filas. Una ramita de planta puede aportar una determinada resistencia a la tracción y al torcimiento, pero un haz consistente de ramitas ofrece una resistencia muy, muy superior. Una hormiga tiene claramente su importancia en el ecosistema del bosque, pero una colonia de diez millones de hormigas por supuesto tiene otra. Una hormiga, separada del sistema unitario de su colonia, no tiene la misma fuerza que puede desarrollar unida a su sistema. Un dedo de la mano es fuerte si está unido a la mano misma y si está en armonía con todo el movimiento del brazo y del cuerpo, de otro modo no tiene fuerza.
Jesús nos enseña a concebir la oración de una manera completamente nueva e inédita respecto a la religiosidad común. La actitud mental, que concibe la oración como la tentativa de conciliar a la buena de Dios las exigencias y las necesidades humanas con la voluntad y la omnipotencia divina – casi como si se tratara de una acción encaminada a engatusar una voluntad soberana y superior – , señala una profunda ignorancia respecto a las fuerzas en juego en la oración. Es una actitud que da aún como supuesto un profundo estado de separación cardiaca y espiritual entre Dios y el hombre, una insuperable, constitucional división de intentos y perspectivas. Cuando Jesús indica pedir al Padre y rogar al Padre en su nombre, no indica a los interlocutores de la oración en sí, sino el movimiento de las energía supremas en acto en la oración cuando ella se desarrolla de la unidad, del estado espiritual de la unidad.
Por cierto la oración crea unidad con Dios y con las personas con las que se reza, pero en el modo más absoluto es la unidad con Dios y con las personas con las que se reza que determina la fuerza, la potencia, la omnipotencia de la oración. Jesús sabe perfectamente, como ningún otro, que la oración se apaga y cancela con cualquier forma de separación y división interior y relacional. Por eso la unidad del corazón, la unidad con los hermanos es la condición primera, el fundamento mismo de la oración (Mateo 23,24). La oración es unidad en su esencia, en su forma y expresión más alta, es unidad en su mismo objetivo. Nada como la unidad hace poderosa y eficaz la oración (Mateo 18,20) y, al mismo tiempo, nada como la oración lleva a la unidad.
Pedir y rogar a Dios en el nombre de Jesús no significa usar el nombre de Jesús para llegar a Dios: en esta visión hay todavía separación, distancia. Significa, en cambio, unirse íntimamente, totalmente y completamente a Jesús que es inseparablemente unido al Padre y al Espíritu Consolador y Defensor. Significa abandonarse totalmente al sonido, a la gracia, a la dulzura, a la gentileza, a la omnipotencia providente de su nombre. Pedir y rogar, por amor y en el amor tiernísimo y cautivador del nombre de Jesús, crea un estado de unión interior con el corazón de Dios que hace la oración poderosa, omnipotente, capaz de toda cosa.
Es difícil que toda la historia humana y la iglesia puedan escribir una oración más elevada, evolucionada, genial, simple, poderosa, sintética, eficaz, unificadora, iluminante, profunda, tranquilizante, pacificante y sanadora de la oración doxológica por Cristo, con Cristo, en Cristo. La humanidad podría conocer una evolución social, científica, cultural, espiritual, política hasta ahora inimaginable si sólo empezara con amor, con abandono total y toda unida, a llenar el corazón y la mente, el canto y las acciones de esta oración, de esta única sencillísima, inalcanzable oración, la verdadera y única fuente de unidad: por Cristo, con Cristo, en Cristo.