En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 23 Febrero 2019

Sesta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 9,2-13

Transparencia

Imaginemos una mansión bellísima y del todo especial porque es transparente, completamente transparente. En las afueras, un parque magnífico e inmenso, con una naturaleza exuberante y maravillosa. Los moradores de la mansión pueden acceder al parque y disfrutar cuanto quieran del esplendor de aquel lugar gracias a vías de acceso dedicadas. Los caminos de conexión entre la mansión y el parque son ventanas-puertas y, para no arruinar la total armonía y transparente luminosidad del lugar, también estas son transparentes y no inmediatamente distinguibles en medio a todas las otras ventanas-no puertas que no se pueden abrir porque son partes fijas de soporte de la estructura misma de la mansión.
Los moradores de la mansión, para asegurarse que la exacta ubicación de los caminos de conexión entre la mansión y el parque no puedan ser olvidados ni las mismas llaves de las ventanas-puertas se pierdan, encargan a unos servidores-porteros guardar con recelo el mapa de las ventanas-puertas y, de la misma manera, cuidar escrupulosamente las llaves de las mismas.
Además de guardar mapas y llaves, la tarea de los servidores-porteros es aquella de transferir continuamente y de la mejor manera a las nuevas generaciones mapas y llaves y los conocimientos útiles para poderlos utilizar con toda tranquilidad y libertad. Con el tiempo los servidores-porteros, fuertes por su conocimiento y por su privilegio, deseando un rol menos marginal y el poder total sobre la mansión y el parque, comienzan a conservar mapas y llaves para sí mismos, impidiendo a todos los moradores de la mansión de poder deleitarse con la potencia y con la belleza del parque.
De esta forma ahora, a los moradores de la mansión, les cuesta encontrar los caminos de conexión con el parque, ya no saben cuales son las salidas y, si por causalidad las encuentran, no tienen las llaves para acceder. Esta situación transforma la mansión en una cárcel, los moradores en prisioneros flojos e ignorantes, la belleza del parque en frustración, la vida en la mansión en una enajenación. Los moradores de la mansión, aún deseando sumergirse en el esplendor del parque, ya no tienen los conocimientos para hacerlo, por lo cual se adaptan a las cosas más extrañas para acercarse, de alguna manera, a su esplendor. Hay quien acaricia y besa los vidrios de las ventanas, pensando que besa y come los frutos de los árboles en transparencia. Hay quien golpea la cabeza en los vidrios, sufriendo heridas y muerte, hay quien se improvisa servidor-portero de origen divino y se inventa ventanas-puertas donde no hay, deslumbrando de esta manera a otros desafortunados a sus dependencias. Hay quien saca provecho de la confusión para cortar su tajada de poder, de aplauso, de gloria.
Los demás inician a dibujar, copiando sobre las ventanas el detalle más bello y sugestivo que entreven de la ventana, siguiéndole los contornos y los colores. Se dibujan y se copian amaneceres fantasmagóricos, lluvias torrenciales, nevadas encantadas, atardeceres fulgentes, pero de esta manera las ventanas pierden poco a poco su transparencia.
Transcurren los años, las generaciones subsiguen, y un poco a la vez ya ninguna parte de la mansión es transparente y no es más posible, para nadie, ver el parque que hay afuera, sino solo los dibujos que lo reproducen en el vidrio. Ahora los hombres continuan, aniquilados y entorpecidos, ignorantes y frustrados, a dibujar y volver a dibujar, a copiar y volver a copiar, siguiendo los contornos de los dibujos ya hechos, estratificando irremediablemente de color y de toda fealdad la transparencia de toda la mansión. Los moradores de la mansión no solo ya no pueden acceder a la maravilla del parque, sino que también han ensuciado cada esquina de posible transparencia de aquella que era la realidad.
De esta manera los moradores de la mansión han perdido poco a poco parque y transparencia, caminos de conexión con la realidad, con sí mismos y con Dios, han perdido libertad y conocimiento, identidad y amor.
Jesús es el servidor-portero, aquel verdadero, aquel que el Padre nos ha donado para liberarnos de este engaño colosal. Jesús ha entregado mapas y llaves a unos nuevos servidores-porteros para el bien de toda la humanidad, confiando que ellos estén verdaderamente al servicio del hombre. El evangelio de Jesús nos devuelve los mapas de las ventanas-puertas y las llaves para abrirlas.
Jesús con la transfiguración no solo nos ha mostrado quien es Él, sino también quienes somos nosotros. Somos transparencia de Dios, su imagen y su semejanza.
Jesús ha venido para devolvernos nuestra consistencia divina, nosotros somos transparencia de la luz divina, nuestra naturaleza misma es la luz y vivimos en un parque que es transparencia del amor, de la potencia, de la armonía de Dios.