En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 6 Octubre 2019

Vigésimoséptimo domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Palabra del día
Evangelio de Lucas 17,5-10

Añade fe

¿Qué hace la fe? ¿Qué es la fe?
Todo lo que vive en las formas más diversas está constituido y hace parte de la misma energía de vida, la misma energía de vida que el Espíritu Santo ha empollado en los días de la creación para dar vida al universo.
El  sicomoro es energía de vida en forma de árbol. El mar es energía de vida bajo forma de agua. La luz es energía de vida en la forma y en las frecuencias de la luz. Las mismas células de nuestro cuerpo son energía de vida que desde los días de la concepción se multiplican y especializan para volverse neuronas, músculos, huesos, sangre, hígado, corazón y hombre. En el acto creativo la energía de la vida no tiene forma y puede volverse cualquier cosa sirva que se vuelva y aparece ante nuestros ojos en las infinitas formas y múltiples maravillas que conocemos. La energía de la vida está a total servicio de la vida misma y del hombre y no puede que obedecer perfectamente a lo que sirve que ella sea.
El hombre no es creador, Dios es creador, pero al hombre ha sido dado el don de poder dar forma a la energía de la vida según las propias necesidades y el propio deseo. La fuerza inconmensurable dada al hombre capaz de organizar y dar forma a la energía de la vida es la fe. Nada es imposible a quien cree dice el ángel Gabriel – aquel que está siempre delante de Dios – a María, revelando al mundo la más grande verdad y el más grande secreto de la vida. Es suficiente un fe grande como un grano de mostaza, dice Jesús, para pedir a un sicomoro de plantarse en el mar y el sicomoro por cierto lo hará, y, agachándose después de haber ejecutado la orden, el sicomoro dirá: Soy un servidor inutil, he hecho sólo aquello que tenía que hacer. La fe ordena, la fe organiza y da forma a la energía de la vida hasta la consecución de los propios deseos. Pero, ¿cómo se hace?
Primero. Se verifica que nuestro deseo sea adherente a los deseos de Dios. Desear la riqueza y el bienestar, la salud y la felicidad únicamente por gratificación personal, en lucha con el próximo, en competición para extender poder y prestigio, para hacerse ver por los demás, ciertamente no es según los deseos de Dios. Para realizar los deseos de dominio lejanos de los deseos de Dios no se usa la energía de la vida, sino aquella de la muerte, para esto sirve la sangre, la energía de la sangre de millones de personas.
Segundo. Cualquier cosa nosotros deseamos verdaderamente hay que contemplarla continuamente en nuestra mente y en el corazón sin ansia pero al mismo tiempo sin cansarse nunca, trabajando cada día para dar lo mejor de nosotros, siempre y de todas maneras.
Tercero. Cualquier cosa nosotros deseamos verdaderamente hay que contemplarla con amor hacia sí mismos y hacia los otros aun si los otros no comparten y no entienden, objetan y se ponen en conflicto con nosotros.
Cuarto. Cualquier cosa nosotros deseamos verdaderamente hay que contemplarla con ánimo lavado por el perdón que pedir a Dios por nuestro no amor y que ofrecer a los hermanos por su no amor.
Quinto. Cualquier cosa nosotros deseamos verdaderamente hay que contemplarla con determinación, sin dudas y alteraciones. El universo está listo a obedecer a nuestros deseos de bien y de belleza.
Sexto. Cualquier cosa nosotros deseamos verdaderamente hay que contemplarla con total gratitud siempre, aun si ante nuestros ojos no todo ocurre como lo deseamos y lo queremos. La gratitud nos mantiene siempre y perfectamente ligados a Dios.
Séptimo. Ahora se puede usar la fuerza de la fe, ahora añade fe, aun un sólo grano de fe. Añade la certeza que lo que deseas se haga realidad en tu vida y ocurrirá perfectamente y de manera superabundante y pacífica.