En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 19 Febrero 2023

Séptimo domingo del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 2,1-12

Espacio

En verdad no es a las puertas de aquella casa que no hay más espacio.
La multitud se amontona para ver a Jesús y para tocarlo, para hablar con él, para escuchar de él la Palabra, para hacerse curar y sanar de todo mal y enfermedad, pero en verdad la ausencia de espacio no está a las puertas de aquella casa, la ausencia de espacio no es debido a la multitud y a la congestión.
Ausencia de espacio, angustia, limitación, insuficiencia, escasez, estrechez no están nunca fuera de nosotros, sino dentro, dentro de nosotros. Es nuestra manera de pensar que es avara de espacios, tacaña en posibilidades, ahorcada en las oportunidades. Es dentro que no hay espacio vital, es dentro la mente, en los circuitos de nuestra manera de pensar y razonar que no existen amplitud, espacio, apertura, visión. El prejuicio está dentro, la estrechez está dentro. Los alaridos y los alborotos contra toda novedad y belleza del Espíritu no vienen nunca de fuera, sino de adentro del corazón del hombre.
No es a las puertas de aquella casa que no hay espacio para acercarse a Jesús, es dentro el cerebro y el corazón del hombre que no hay espacio, no hay apertura mental y espiritual adapta.
Para encontrar a Jesús, para verlo, escuchar su Palabra, para acceder a la potencia de su fuerza de sanación se necesita hacer un hueco en los tejidos y en las telas de nuestra mentalidad, de nuestro sistema de canalización de los pensamientos debido a la educación y al adiestramiento.
Para encontrar a Jesús es necesario perforar con valentía la corteza de nuestras seguridades y andamios mentales, crear una grieta en nuestras costumbres, una rajadura en el tejado protectivo de nuestros perjuicios, una brecha entre las vigas del techo de nuestra forma de ver y concebir las cosas.
Y es esto lo que hacen los cuatro amigos del paralítico. No utilizan el pensamiento y el prejuicio que hace amontonar a los demás en la puerta, sin éxito. No usan la estrategia de los demás, aquello que siempre se ha hecho, aquello que todos usan. Usan la fuerza del pensamiento autónomo, de la lógica dictada por la realidad, por la racionalidad escrita en la potencia de la necesidad y de la verdad de las cosas. Destapan el techo de la casa para encontrar a Jesús. He aquí un ejemplo sublime de lo que sirve la comunidad cristiana, la comunidad de los fieles en Cristo. Sirve, en nombre del evangelio y del poder de salvación de Jesús, estar unida y fuerte, presente y organizada para vencer, donde sea, los prejuicios de la historia, las costumbres educativas, las tradiciones humanas sin significado, la hipocresía moral del oportunismo y de los intereses políticos y económicos. Para esto sirve la fuerza de la comunidad cristiana, fuerza que ningún individuo, por cuanto creyente y amante sea, puede siquiera soñar de tener estando solo. En esto la presencia de la iglesia en el mundo tiene un significado y un valor imprescindibles para lograr el verdadero bienestar social, cultural y espiritual de la humanidad. El pensamiento autónomo de la iglesia se arraiga en la Palabra de Jesús y se alimenta con la fuerza de la realidad, de aquello que es y no de cómo debería ser.
Los cuatro que descuelgan la camilla de su amigo son imagen potente e inmediata de la iglesia, de la comunidad cristiana que abre espacios, no los cierra, que ve más allá y se organiza consecuentemente, que no teme el juicio de la historia y de la gente, que no se retira a legislar en un consejo, pero destapa los techos de las construcciones de la historia, de la filosofía, de los mecanismos adquiridos, de la esclavitud y de las intrigas políticas y económicas en las cuales la gente vive esclava, paralizada y sin espacio. Destapa los techos de nuestras construcciones y de nuestros razonamientos mentales y libera espacio, todo el espacio posible para que la gente, los hijos de Dios, encuentren a Jesús, el Jesús verdadero, el Maestro de la Verdad y de la Vida en toda su belleza y poder. A esto sirve la iglesia de Dios. Tarea sublime e irrenunciable.
Para esto sirve la iglesia de Dios en la tierra, para poner al día continuamente al pueblo en relación a la verdad, para abrir espacios de confianza con Dios. De otra parte, ¿qué puede empujar para hacer razonar de manera así razonable a los escribas hasta hacer concebir en sus mentes, con respecto a Jesús, un: ¡Está blasfemando! si no es la ausencia total de espacio mental y espiritual? ¿Qué puede volver así de mesquino y obstinado un corazón para que considere a Jesús un blasfemador en el instante mismo en el cual libera a un paralítico de la camilla, de su parálisis total?
La ausencia de espacio está dentro, dentro del alma, dentro del corazón. Los hombres viven angustia y miseria de espacio fuera porque no hay espacio dentro. Prófugos o turistas, estamos siempre en fila, en angustia y estrechos por cualquier viaje, porque en fila están nuestros pensamientos dentro de nosotros mismos. La falta de espacio inicia en el corazón, termina en las calles.
Jesús los sabe bien y es por esto que primero y junto a la liberación del cuerpo regala espacio al paralítico con la liberación del espíritu en el perdón de los pecados. Jesús devuelve espacio al corazón del hombre con el perdón de los pecados. Es el mal que quita espacio al alma, a la mente, a la alegría, a las relaciones, a las piernas, a la maratón de la vida.
Levántate dice Jesús al paralítico. Levántate de aquella camilla, sal de la prisión y de las cadenas donde has recluido, por miedo y rencor, tu corazón y tu alma. Levántate y camina. Si tienes espacio dentro, ahora puedes tenerlo también fuera. Puedes tener todo el espacio que quieras en el mundo y en la vida, y no, más, solamente en la jaula de aquella camilla, de tus cristalizaciones mentales, de tus rencores, de tus miedos, de tus fobias y tensiones. La camilla antes que una prisión para tus piernas es prisión y parálisis en tu cerebro y en tu mente, en tu forma de amar y de entender la vida.
Levántate y camina. Espacio hay.