En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 19 Enero 2022

Segunda semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 3,1-6

Violencia legal

El culto a la ley vuelve idólatras, la idolatría vuelve ciegos, la ceguera vuelve estúpidos, la estupidez vuelve violentos. El culto a la ley vuelve violenta la ley y la violencia de la ley no tiene otro propósito que volver legal la violencia. La ceguera absoluta, absurda e inmoral de la ley con respecto al hombre y a la vida nunca es un caso, es una elección, una elección efectuada con precisión y determinación para que pocos puedan asegurarse los recursos de la tierra a expensas de todos los otros. He aquí porque los poderosos, tanto religiosos como políticos, tienen que reunirse en consejo, tienen que ponerse de acuerdo continuamente según las variaciones de sus intereses. He aquí porque son siempre los poderosos que realizan el consejo, que se reúnen en los palacios de los reyes y de los gobiernos. Cuando, si se da el caso, son los pobres que realizan el consejo, estos son etiquetados ya como terroristas, facinerosos rebeldes, desobedientes peligrosos. He aquí porque son siempre los poderosos que hacen las leyes, son siempre los ganadores que escriben la historia, los ricos que determinan el mercado, las jerarquías que guían desde lo alto. En nuestra civilización las decisiones son tomadas en los consejos de los poderosos, y es obvio y descontado que son decisiones que no pueden, por su naturaleza intrínseca, que favorecer los intereses de los poderosos. He aquí porque en nuestra civilización la primera palabra es la de los parlamentos y la última palabra es siempre de las porras y de los ejércitos.
Jesús no tiene intereses personales que resguardar, tiene sólo un interés supremo, una voluntad suprema: salvar al hombre, salvar a todo el hombre, salvar a todos los hombres. Jesús no se choca con quien no cree en Dios: los enemigos de Jesús son de hecho los que creen en Dios o que al menos están convencidos de creer en él.  Los enemigos del deseo de Jesús de salvar a todo el hombre y a todos los hombres son los hombres de religión, que, de consejo en consejo, han transformado la fe y la relación amorosa con Dios en glacial religiosidad, obscuras doctrinas, rígidos preceptos, leyes inhumanas. El frío y absurdo legalismo de la ley que esclaviza al hombre es entonces una elección precisa de los organismos y de los hombres de poder para garantizarse sin defecto sus ambiciones, sus sucios intereses, su gula incurable de poder, éxito, dinero. Es de esta manera que, en el tiempo, quien sirve la ley forzosamente deviene hijo de la idolatría y de la estupidez. Es a fuerza de servir los propios intereses que se llega a ser estúpidos y necesariamente violentos. El sistema de las leyes en la organización social es construido para garantizar el poder, los intereses, las ventajas de los poderosos de la tierra y está defendido por los ejércitos y por los tribunales. El sistema de las leyes en la organización religiosa es construido para garantizar el control y la sumisión de los pueblos, y por esto tiene que asegurarse la ignorancia mental y espiritual de las gentes: eso se mantiene con el miedo de Dios, el terror del infierno, la inquisición.
También en los tiempos de Jesús el proceso era el mismo. La secta religiosa de los fariseos se ha unido a la parte política y armada del tiempo, los herodianos, para realizar un consejo con la finalidad de eliminar y matar a Jesús. La ley necesita del brazo de la violencia, la violencia necesita del brazo de la ley. En esto está la violencia de la ley, porque ella es el sistema que hace legal la violencia y la guerra. Por esta razón, a través de los ojos de la ley, no es posible ver y comprender la vida como el don celeste, la divina ocasión, la extraordinaria oportunidad de ser felices, sino es posible concebirla sólo como una condena que deja al hombre, como única posibilidad, el satisfacer histéricamente las expectativas de los demás, las propias ventajas e intereses personales, en la ansiosa competitiva compilación de deberes según las pretensiones de morales y convenciones.
A través de los ojos de la ley en la vida existe sólo el lícito y el ilícito, regular e irregular, conforme y no conforme y todo sin ninguna real conexión con el amor, la compasión, el perdón, la felicidad del hombre y la armonía de la vida misma. A través de los ojos de la ley los hombres no son personas, hijos de Dios, seres libres, amados y capaces de amar, sino esclavos ejecutores subordinados al sistema, si totalmente obedientes y sumisos, o rebeldes peligrosos y subversivos, si desobedientes y no alineados con el sistema. A través de los ojos de la ley Jesús no es el tiernísimo Salvador sino es un enemigo subversivo, inédito, incontrolable. La ley, al máximo de sus potencialidades de comprensión, logra descifrar al Salvador como alguien que hay que destruir, al Sanador como alguien peligroso, al Señor de la vida como aquel que debe ser matado.
Nada como la mirada de la ley vuelve idólatras, ciegos, estúpidos, violentos.