En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 1 Julio 2021

Decimotercera semana del Tempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 9,1-8

Qué fatiga

Literalmente el versículo 8 dice: Habiendo visto entonces las muchedumbres, temieron y glorificaron a Dios, él que ha dado un poder así grande a los hombres. Las muchedumbres están sorprendidas y maravilladas, sin embargo no reconocen a Jesús como Dios sino como a un hombre al que Dios ha dado poderes sobrenaturales.
En esta afirmación evangélica está encerrada la más grande fatiga mental y espiritual del hombre y, al mismo tiempo, la más fácil de las tentaciones y el más grande engaño de toda la historia humana. Inevitable, imposible no reconocer a Jesús, a sus palabras, a sus milagros proveniencia sobrenatural y extraordinaria, una potencia y una fascinación inauditas e inéditas. Incluso sus más acérrimos enemigos y jurados opositores muchas y muchas veces manifiestan evidente estupor y maravilla, sorpresa e incluso un mal escondido sentido de nostalgia y admiración para con él. Pero la fatiga mental y espiritual es aceptar que Jesús es lo que es, hace lo que hace, dice lo que dice porque es Dios, Hijo de Dios y no sólo porque es un hombre revestido de la fuerza y de la potencia divina.
Es precisamente esta fatiga que hace manar sobre los labios de los académicos de aquel tiempo la blasfemia suprema: afirmar que es Jesús mismo que blasfema en el instante en el que revela que él es Dios. Es exactamente esta fatiga que produce todavía errores e incomprensiones, interpretaciones resbaladizas también en la traducción del texto evangélico. De esto es un ejemplo el versículo 6.  Este versículo que, empezando por la preposición griega ìna – generalmente traducida con “a fin de que, para que” – seguida por un subjuntivo, queda irremediablemente suspendido. El texto griego prevé literalmente un versículo inconcluso o, mejor dicho, que empieza por un “a fin de que” y no tiene una preposición principal a la cual referirse; suena de hecho así: A fin de que por lo tanto sepáis que [en griego: ìna dè èidete hòti] el Hijo del Hombre tiene poder sobre la tierra de perdonar los pecados. Dice entonces al paralítico […].
Los traductores han intentado, como mejor han podido, poner remedio al versículo griego no concluido de manera que se pudiera dar una cierta continuidad con el versículo sucesivo; en la Biblia, traducción argentina, por ejemplo, está escrito: Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados – dijo al paralítico – levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Pero no se trata de una traducción correcta y ni siquiera literal, es más bien un ajuste que prevé entre otras cosas el cambio de un verbo del presente al pasado (dice entonces al paralítico se vuelve en: dijo entonces al paralítico).
El griego del Nuevo Testamento, denominado también griego helenístico o koiné, utilizaba ìna unido al subjuntivo no como preposición subordinada, sino independiente, con el sentido de oración, mejor dicho de deseo o de decisión, significado, éste, ya presente en el griego antiguo y documentado por los diccionarios, pero resueltamente entrado en el uso común sólo desde el primer siglo antes de Cristo. La traducción correcta del versículo 6 introducido por la preposición ìna – literalmente “ahí está”se vuelve por lo tanto en: Ahí está, sabed que el hijo del hombre tiene autoridad de perdonar los pecados sobre la tierra. Frase independiente y con sentido cumplido. Ella testimonia como Jesús no se presenta al mundo como profeta que anuncia el perdón de Dios, sino como el Hijo de Dios y, como Dios, tiene autoridad y el poder de perdonar los pecados y el pecado del mundo. Los doctores de la ley, los teólogos, los dirigentes del pueblo niegan a Jesús este poder, le niegan la autoridad y la verdad de ser Dios, y Jesús responde curando al paralítico.
Pero no sólo a los teólogos de entonces les cuesta; esta fatiga mental y teológica de reconocerlo y aceptarlo como Dios es la fatiga de muchos corazones y de muchas mentes que lo encontrarán a lo largo de la historia. Es la fatiga de quien tiene el corazón en desafío y en rebelión, aunque inconsciente, contra Dios mismo. ¿Cómo se puede no reconocer al Hijo, cuando se ama, se conoce, se adora íntimamente al Padre? Sólo si los procesos de la mente se han direccionado hacia el pensar mal de Dios Padre, el dudar de su amor y de su amorosa presencia, hay fatiga, mucha fatiga en reconocer y en aceptar a Jesús como Hijo del Padre y no como hombre de dones sobrenaturales. Los sacerdotes del templo, los teólogos y los doctores de la ley, los depositarios de la Palabra de Dios, sin darse cuenta, se habían alejado tanto de Dios Padre, se habían, así, posicionado en el desafío y en la rebelión contra el rostro del Padre, hasta construirse otro dios, a su imagen y semejanza: por eso no podía que costarles, que implicarles una enorme, insuperable fatiga en reconocer en Jesús el rostro del Hijo de Dios.
Esto es lo que ve Jesús en la mente de cada uno de los hombres – el texto literalmente dice precisamente habiendo visto sus pensamientos y no conociendo sus pensamientos, Jesús ve inmediatamente la fatiga, la fatiga en reconocerlo verdadero Dios y verdadero hombre, fatiga que, más allá de la tipología de confesión y pertenencia religiosa, de ritualidad, de clase social, de preparación teológica, no deriva de la falta de fe, y no es sólo fruto del prejuicio, sino es generada por la rebelión y por el desafío mental madurado por cualquier razón contra Dios mismo.