En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 30 Marzo 2023

Quinta semana de Cuaresma

Palabra del día
Evangelio de Juan 8,51-59

El omnipresente

Es el omnipresente siempre presente. Puede estar veladamente presente o presente de forma jactanciosa, arrogante, pero está siempre presente. Está siempre presente en la mente del hombre y aunque el hombre ha aprendido a justificarlo en las maneras más solapadas, elegantes, obscuras, perversas, engañosas, está siempre presente. Está siempre presente en la mente de los verdugos y de las víctimas, de los poderosos y de los sometidos, de los ricos y de los pobres. Es el deseo siempre tremendamente omnipresente y en absoluto el más puntual entre todos los deseos en cada ocasión de la vida, aunque hemos aprendido a cubrirlo con actitudes de circunstancias, a desviarlo en comportamientos aceptables a través de enmascaramientos convencionales. Está siempre presente y es, conscientemente o inconscientemente, el deseo más grande y omnipresente en la mente del hombre desde que se ha alejado de Dios y se ha aliado con el Maligno. El hombre se ha alejado de Dios precisamente porque Satanás ha engañado al hombre con respecto a este deseo, prometiéndole que, si hubiera rehusado a Dios, habría podido realizarlo sin límites y libremente. ¿Qué es lo que está siempre tan presente en la mente del hombre? El omnipresente deseo de la mente humana es eliminar. Eliminar lo que molesta, eliminar lo que es fastidioso, incómodo, inédito, inesperado, incomprensible, desconocido, raro, no seguro, imprevisto. Eliminar es el deseo siempre presente en la mente del hombre. Eliminar al enemigo, al agresor, al adversario, al rival, al concurrente, al traidor, a la causa del dolor y del fracaso, eliminar al más bravo, al  menos bravo, al ajeno, al invasor, al distinto, al demasiado igual. El deseo de eliminar se puede luego transformar, a su vez, en deseo de aniquilar, borrar, excluir, abolir, cazar, ignorar, extirpar, liquidar, expulsar, suprimir, exterminar, matar, derribar, echar, matar, masacrar, pero siempre de eliminar se trata. Es en esto que el hombre, engañado por Satanás, querría ser Dios, tener la potencia de Dios, sin límites y controles. El hombre que se ha aliado con Satanás no tiene deseo más grande y potente que ejercer su propio dominio en eliminar lo que desea. Toda la vida del hombre se ha gradualmente transformado en un gigantesco mecanismo de eliminación. Para eliminar las incomodidades hemos eliminado de nuestra vida el contacto con la naturaleza, hemos hecho podrir los ríos, el aire, la tierra. Para eliminar la fatiga y la libertad de ser uno mismo hemos eliminado toda autonomía personal y toda facultad de interdependencia, sometiendo a la humanidad al dominio de la masificación y de la homologación. Es para inventar medios de muerte, con el fin de eliminare al enemigo, que los gobiernos gastan la mayoría de los recursos económicos de las naciones. Todo puede ser  hábilmente usado por la mente para eliminar. También en los judíos, de los que habla el Evangelio, que discuten con Jesús, el omnipresente deseo de eliminar está siempre presente, potentemente presente. En la discusión con Jesús el deseo de eliminar está presente en su mente antes de las preguntas, más allá de las respuestas, por encima de la racionalidad, y sustituye completamente toda forma de diálogo, comunión, compartición, respeto, tolerancia. Es el omnipresente deseo de eliminar que transforma, en la mente de los interlocutores de Jesús, el diálogo con Él en polémica, la mirada curiosa en mirada inquisidora, las preguntas en provocaciones, a Jesús en un demonio, las palabras en piedras. Eliminar es siempre la primera y la más aguda solución de la mente, de forma inevitable, sin descanso y sin apelación. Para realizarse en plenitud el príncipe de los deseos humanos, el deseo de eliminar, necesita del plauso de la opinión pública, de la protección de la ley, de la confirmación de la moralidad, del apoyo de la justicia, de la verdad y de las religiones. Así fue también hace dos mil años, cuando los enemigos de Jesús han intentado eliminarlo a golpes de piedras precisamente bajo la protección de la religión, del templo y en nombre de Dios. Es esta insanable sed de eliminar a toda costa lo que es incómodo, insólito, desconocido, que vuelve ciegos los ojos, sordas las orejas, violentas las manos de los judíos en aquel tiempo y en esta generación hoy. Es esta insanable sed de eliminar a toda costa lo que la mente no acepta que impide al corazón y a la inteligencia del hombre de hoy reconocer en Jesús al verdadero Dios y Señor, también cuando él proclama al mundo: Os aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy. El hombre querría ser Dios para realizar siempre y sin límites el loco compulsivo deseo de poder eliminar todo lo que no acepta o le molesta, por eso se alía con Satanás, que ejerce su dominio sobre el universo usando su facultad de destructor, oponiéndose a Dios que es el Creador. Es precisamente este deseo de eliminar que impide a la mente humana de reconocer en el universo hasta la más pequeña huella y chispa de la obra de Dios y de su amor. Es precisamente este delirante deseo de eliminar que un día llevará a la humanidad hacia el borde de la extinción, de su misma eliminación. Purificar los pensamientos desde el deseo de eliminar es el primer paso hacia la vía de la evolución intelectual y espiritual del hombre a lo largo de la cual Jesús está deseoso de acompañarnos.