Luto y llanto
Jesús se aparece a María. María de inmediato corre hacia quienes habían estado con él y que están de luto y en llanto, y les anuncia lo impredecible. Aquellos, habiendo oído que Jesús está vivo y que ha sido visto por ella, no creen.
Estaban afligidos y lloraban. La pluma del evangelista describe de esta manera el estado de ánimo de los discípulos, y es este estado de ánimo, de depresión mental y espiritual, que hiere la fe y detiene el amor. En realidad no son el luto y el llanto los que detienen la fe, este es solo un encubrimiento, una justificación patética. Es Jesús que describe de manera precisa el estado mental y espiritual que aridece la fe y el amor de quienes habían estado con él: incredulidad y dureza de corazón. Incredulidad mental y esclerosis cardiaca, es decir dureza de corazón, son los dos venenos que matan la fe. Incredulidad mental, es decir una mente llena del veneno de los prejuicios, primero entre todos, aquello que no quiere dejar ir la idea de un Mesías potente y glorioso en tierra, según la imaginación colectiva y las perspectivas dominantes. Esclerosis cardiaca, es decir un corazón muy enojado, hecho duro y esclerótico por las heridas, por las desilusiones, por las traiciones. Estos los dos enemigos de la fe que, por cuanto ingeniosamente encubiertos y estancados en el luto y en el llanto, permanecen los grandes impedimentos hacia la fe luminosa y hacia el amor activo y apasionado.