En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 2 Abril 2024

Martes de la octava de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 20,11-18

Piensa, piensa

Literalmente está escrito: Se volvió atrás y ve [griego: theorèo] a Jesús que estaba allí y no sabía [griego: òida] que era Jesús. María de Magdala ve a Jesús allá de pie frente a ella, radiante de luz y esplendor, bello más que el sol, lo ve pero no lo reconoce. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible no reconocer Aquel que has amado y amas tanto, Aquel que te ha cambiado la vida por siempre? ¿Cómo es posible que los ojos no logren ver haste este punto? La explicación está en el texto del evangelio y en la realidad fisiológica de los procesos cognoscitivos del cerebro humano. Para describir la actitud intelectual y espiritual de María de Magdala, cuando se vuelve atrás y ve a Jesús, el texto usa el verbo theorèo, que significa “veo”. Se trata etimológicamente del ver típico del espectador o bien de aquel que observa para constatar, para confrontar una opinión, para reforzar una mentalidad, una teoría previa. María se vuelve atrás, atrás dentro de sus convenciones, de sus convicciones, atrás hacia el teorizar de las costumbres que alimentan una manera de pensar con pensamientos embebidos de pasado, de arrepentimientos, de como hubiera debido ser. María se vuelve mentalmente atrás exactamente hacia un lugar mental donde no hay nada más que ver, descubrir, entender y conocer, sino aquello que su mente conoce y ha decidido saber. El evangelio, siempre puntualísimo, explica perfectamente este proceso desviador y dice literalmente: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?. Ella, pensando – reteniendo, deteniendo en sí la opinión -  que era el cuidador de la huerta, le respondió. María de Magdala no puede de alguna manera reconocer a Jesús, ver exactamente Aquel que tiene por delante, porque, mientras está mirando, ella está pensando, está teorizando, está “opinionando” en la propia mente. Los ojos no pueden ver lo que la mente no conoce, no quiere ver, no sabe ver, no está lista para ver, no está acostumbrada a ver. María de Magdala, mira hacia Jesús, lo ve fisicamente, pero aquello que ve es nuevo, es superior, es inédito, está más allá del estadio de su percepción habitual, no hace parte de sus conocimientos, de sus preventivas costumbres mentales, y realmente entonces ella no ve a Jesús. María de Magdala ve a Jesús pero, en su mente, aquel Jesús vivo, nuevo, resplandeciente y radioso, aquel Jesús que ha ido más allá de la muerte, no cabe, no es parte de sus recuerdos, es imposible en sus deseos, entonces ella no lo ve, no lo reconoce. Este es el ver ciego de theorèo. Es el ver que no conduce al conocimiento, porque es el ver mental que se ha oscurecido después de la rebelión en contra de Dios en el jardín del Edén y desde aquel momento el hombre ya no ha podido ver a Dios, nosotros todos ya no hemos más podido ver a Dios. Sólo cuando Jesús la llama por nombre, sólo cuando a la frecuencia luz se añaden las informaciones de la frecuencia sonido de la voz del Maestro, entonces María se vuelve y ahora no se vuelve atrás, hacia sí misma y sus convenciones mentales, hacia sus recuerdos oscuros y sus deseos quebrados, sino que vuelve la mirada de la mente y del espíritu por otro lado, se vuelve hacia Jesús y conoce, reconoce, ve y comprende.
Para aprender a ver y a reconocer la novedad divina, absoluta, continua de Jesús es indispensable no pensar nunca  ni siquiera por un instante haber entendido algo, y, sobre lo que pensamos haber entendido, no teorizar con la mente, no alimentarse de elucubraciones mentales, de seguridades adquiridas. Delante de Jesús toda convicción intocable, toda cristalización mental es una venda sobre los ojos del conocimiento, una nube oscura que ciega el espíritu y la mente. Jesús se puede amar, adorar, seguir pero no lo se puede retener dentro a constituciones religiosas, dentro a los cuartos de los preceptos, de las devociones, de las costumbres humanas. Jesús es siempre nuevo y liberador, siempre.