En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 11 Julio 2024

San Benito abad, patrón de Europa

Palabra del día
Proverbios 2,1-9; Salmo 33,2-11; Evangelio de Mateo 19,27-29

Dependencia

Aquello que la mente humana cree conocer, cree también que lo puede controlar. Una realidad que la mente humana piensa tener bajo control, es segura también que la puede poseer y dominar, pero puede hacerlo sólo y únicamente creando unos vínculos con la realidad en cuestión. Aquello que la mente quiere controlar, ella debe necesariamente introducirlo dentro del sistema de los vínculos, vínculos sociales, religiosos, afectivos, parentales, políticos, ideológicos, económicos, laborales. De esta manera, y sólo de esta manera, la mente se puede alimentar de su alimento preferido, de su droga preferida, de la droga más refinada y gustosa para sus circuitos desde que ha entrado en revuelta con Dios. La droga de la mente es le dependencia. La mente humana, cuando se siente separada de Dios, vive de la insanable necesidad de crear vínculos de dependencia. El vínculo de dependencia es una medalla con dos caras. Una cara de la dependencia es hacer de manera que alguien dependa de nosotros, esto nos hace sentir indispensables, importantes, buscados. La otra cara de la dependencia es ser dependientes de alguien, porque esto nos hace sentir menos solos, nos hace sentir conectados con alguien, más seguros.
El hombre separado de Dios vive constantemente en esta perenne tensión entre la necesidad de ser dependiente de alguien y la necesidad de crear a su vez dependencia en los demás, así que los otros se sientan dependientes de él. Las dos caras de la dependencia mental entonces son aquella pasiva, es decir la dependencia a la cual nos sujetamos, y aquella activa, es decir aquella a la cual sujetamos a los otros. En realidad no son las drogas que crean dependencia, sino es la sed de dependencia de la mente humana que crea la necesidad de atiborrarse de todo tipo de drogas y de estupefacientes. El niño pequeño que, por su sobrevivencia, depende totalmente de la madre, vive una dependencia pasiva, el niño sabe que depende de la madre. La madre que, aun con amor y entrega, cuida el hijo pequeño, crea una dependencia activa con respecto al niño, la madre sabe que el niño depende de ella en todo y por todo. La dependencia pasiva sacia la sed de seguridad y cura el miedo a la soledad, la dependencia activa sacia la sed de dominio y cura el miedo de no ser importantes para los demás. En este sentido la dependencia crea vínculos, vínculos fuertísimos cuanto devastadores y debilitantes. Cuando por el orden natural de las cosas el niño se volverá menos dependiente de la madre, deberá, para no sentirse solo e inseguro, restablecer en sí mismo un nuevo orden y centro mental y espiritual, ya no ligado a la dependencia de la madre, y la madre deberá, para no sentirse inútil y frustrada, restablecer en sí misma un nuevo orden y centro mental y espiritual, ya no ligado a la dependencia que el hijo tenía con ella. Si el hijo, que creciendo reconoce una propia posible y real autonomía, no quiere perder el sentido de pertenencia y seguridad familiar, continuará a drogarse de la dependencia de la madre por decenios. La madre que ve crecer en el hijo las potencialidades y las capacidades de autonomía e independencia y no quiere perder el sentido de importancia y de utilidad que deriva del hecho que su hijo dependa en todo y por todo de ella, continuará a drogarse de la dependencia del hijo. En el caso el hijo diera signos inequívocos de querer desatar los vínculos y renunciar a la dependencia de la madre, la madre, que no quiere renunciar a la droga de la dependencia, podría llegar a enfermarse para retenerlo a sí, a chantajear el hijo con la dependencia económica, a arruinarle las relaciones afectivas que se está construyendo, con elecciones y reacciones desequilibradas y peligrosas típicas de un toxicómano. Todo de la vida del hombre se puede transformar en vínculo de dependencia activa y pasiva, absolutamente todo. Todo de la vida del hombre se puede transformar en la sustancia estupefaciente de la dependencia para la toxicomanía de la mente. Dentro de este sistema de vínculos y dependencias pasivas y activas ¿cual es el mensaje más incómodo, inútil, peligroso, incomprensible, no controlable,  no manejable, contraproducente que exista? El mensaje evangélico. El evangelio de Jesús enseña que la manera de vivir que él ha venido a establecer, aquello que él mismo llama el reino de Dios, es aquella cierta manera de vivir, es aquel modo cierto de vivir que permite al hombre no valerse más de la dependencia activa o pasiva  para sentirse, de manera falsa e ilusoria, al seguro o importante, vivo y útil, feliz y en paz. Según el evangelio, el amor verdadero, el verdadero vínculo vuelve libres y el amor supremo, el vínculo supremo, vuelve independientes. Es más, Jesús es aun más claro, dice varias veces que quien no deja las dependencias activas o pasivas, creadas por los vínculos afectivos, familiares, parentales, no es digno del reino de Dios, no es digno de una nueva manera de vivir donde la felicidad, la paz y el bienestar ya no son falsos e ilusorios. He aquí porque afirma que quien sale del círculo de la dependencia de las sustancias estupefacientes producidas por los vínculos está listo a recibir de la vida bienestar, paz, felicidad, alegría y salud en maneras y cantidades que no puede ni siquiera imaginar: Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.