En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 12 Julio 2024

Decimocuarta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 10,16-23

Consecuencia del mandato

A aquellos que desean ser útiles a sus diseños para el bien de la humanidad, Jesús ofrece, de manera clara e inequívoca, su mandato, y la manera cierta en la cual debe ser ejecutado para que tenga en sí la potencia y la gracia de Dios.
El mandato es claro y las palabras de Jesús no conceden espacio a dudas e interpretaciones. Igualmente claras son las indicaciones que Jesús deja a sus discípulos que elegirán hacerse cargo, por amor o por pasión, de anunciar al mundo su Palabra. Jesús no sólo indica precisamente las modalidades de su mandato, para que sea ejecutado según el corazón de Dios y no según el corazón del hombre, sino también la manera en la cual sus discípulos deben presentarse con relación al sistema del poder y del engaño del mundo para poder ser verdaderamente eficaces y potentes de la potencia de Dios. Jesús no afirma que el mundo acogerá a sus discípulos como los lobos hambrientos podrían acoger unas ovejas, pero afirma que él mismo elije y decide, quiere y desea que sus discípulos vayan en el mundo como las ovejas podrían ir al encuentro de lobos hambrientos. Del punto de vista puramente racional esto es prácticamente inconcebible e inaceptable. Jesús no avisa a sus discípulos que podrían encontrar en el mundo la acogida que los lobos rapaces reservan a las ovejas pero les advierte que él mismo elije deliberadamente de mandarlos como a ovejas en medio de lobos y, con seráfica, total tranquilidad, los invita a ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. Es más, advierte a sus amigos que, si ofrecerán la vida por el anuncio de los procedimientos evangélicos, a causa de su nombre, tendrán que seguramente ser entregados a los tribunales, flagelados en las iglesias y por las iglesias, y conducidos delante a los gobernadores y a los reyes. En toda paz y en plena serenidad Jesús inspira a sus amigos y discípulos a no preocuparse en absoluto de todo lo que podría pasarles, porque el Espíritu Paráclito pensará a cada cosa, pensará a defenderlos, a protegerlos, a guiarlos siempre, amorosamente y con infinita sapiencia. Jesús anuncia la persecución como parte integral del mandato, casi como parte indispensable, inevitable de este. Un mandato divino que no sufra persecución en este mundo no es un mandato divino. Jesús anuncia luego algo verdaderamente inaudito, anuncia que, aún antes que el trabajo de evangelización de los discípulos sea completado sobre toda la faz de la tierra, él regresará, él regresará. En la primera venida de Jesús sobre la tierra, la iglesia, aquella verdadera y bella, aquella amante de Dios y del hombre, ha sido fecundada y ha salido a la luz en la sangre de un número incalculable de mártires. La segunda venida de Jesús sobre la tierra, la intermedia, la que dará vida al nuevo pueblo de Dios y pondrá fin a la iglesia finta y degenerada, sometida y abrazada al poder y a la riqueza, que ha engañado y traicionado al hombre y a su mandato divino por siglos, será precedida, como al inicio, de un inmenso río de sangre de un número infinito de nuevos mártires.