En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 19 Julio 2024

Decimoquinto semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 12,1-8

El proceso

La ley, aún antes de generar los procesos, es ella misma un proceso, un proceso bien certo, el proceso que genera la muerte. Las vibraciones de la ley generan el juicio. Las vibraciones del juicio generan el deber. Las vibraciones del deber generan la constricción. Las vibraciones de la constricción generan la imposición. Las vibraciones de la imposición generan el adestramiento. Las vibraciones del adestramiento generan la esclavitud. Las vibraciones de la esclavitud generan la muerte del sentir individual, la muerte del amor, la muerte de la vida. La ley, con sus vibraciones, esclerotiza el cerebro. El juicio, con sus vibraciones, envenena la inteligencia. El deber con sus vibraciones apaga el amor. La imposición, con sus vibraciones, calcifica la glándula pineal e impide el desarrollo de cada conocimiento, transformando los conocimientos en prejuicios. La constricción, con sus vibraciones, hace mudos y sordos, calla el espíritu individual y hace sordos al Espíritu Paráclito. La esclavitud, con sus vibraciones, destroza la libertad del hombre y lo hace incapaz de amar. El hombre sin amor pierde completamente su autonomía y troncha el crecimiento de cualquier independencia armoniosa y colaborativa. El proceso de la ley incinera en el hombre toda creatividad, devasta su sensibilidad, cancela su coraje, desintegra su dignidad, destroza en él toda unión y unidad, fulmina sus deseos, suprime  sus sueños, esteriliza su pasión, azota su entusiasmo, desintegra su autonomía y su independencia. La ley no se interesa de nadie, porque no tiene corazón. A la ley no le interesa nadie, porque la ley es nadie. también cuando dice ser para el hombre, la ley es contra el hombre, porque la ley no prevé el amor, a lo contrario, se avergüenza del amor. Jesús inspira el hombre a que no construya la vida sobre el proceso mortal de la ley sino sobre el proceso vital del amor-misericordia, en griego èleos. Èleos indica etimológicamente “lo que corta, lancina el alma” – en el antiguo lenguaje épico es “mesa, tajo, comedor” – del cual “misericordia, compasión, lo que suscita condivisión amorosa”. La antigua base semítica del vocábulo èleos significa “levantar una grita, una grita de las vísceras llena de amor”. Corresponde al hebreo chèsed, que es de hecho uno de los atributos de Dios. Chèsed es “amor, favor, gracia, benignidad”, chèsed es el modo visceral con el cual Dios ama: en la biblia está traducido tanto con “compasión, suave cariño, misericordia”, como con “fidelidad, profunda conmoción, gestos de maravillosa bondad”. Èleos no es la piedad, sino el favor sin cálculo, la gracia de la benevolencia achacada sin límites. Èleos indica la constante actitud divina que no compadece el hombre, sino lo ama totalmente, lo favorece en todo, siempre, independientemente de la respuesta y de la situación. Èleos es la misericordia de Dios.
Elegir la misericordia es elegir lo que Dios quiere y deser, de hecho él mismo afirma: Misericordia yo quiero y no sacrificios. Elegir lo que Dios deser es elegir el proceso de la vida, de la salud, de la felicidad, de la paz, de una misericordia como la de Dios, anticipada y sin condiciones.
El proceso-procedimiento de la ley es siempre un proceso-juicio-acusa a la humanidad y siempre lleva el hombre hacia el camino de la oposición, del conflicto, de la guerra hacia la autodestrucción. El proceso-procedimiento de la misericordia y del amor es un proceso-crecimiento-evolución que lleva el hombre hacia el camino de la unidad y de la condivisión y llevará el hombre a una nueva, estupenda maturación en la luz de Dios.
A nosotros la elección.