En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 13 Julio 2024

Decimocuarta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 10,24-33

El grupo de las apariencias

Jesús advierte quienes son los verdaderos perseguidores del bien, los enemigos de Dios y de la humanidad, los adversarios del evangelio: los enemigos de la humanidad son aquellos que aman, privilegian, eligen, por encima de cualquier otra cosa en la vida, las apariencias para tener el prestigio y mantener el poder. Para vivir totalmente subyugados al mundo de las apariencias en nombre del prestigio y del poder y para realizar sus objetivos, los hombres de las apariencias deben absolutamente, de manera consciente o inconsciente, estructurar sus circuitos mentales de manera tal que pueden volver necrótica toda posible conceptualización y visión verdadera de la realidad, a través de la negación de la evidencia, de toda evidencia, rechazando deliberadamente toda honestidad intelectual. Quien vive por las apariencias, para favorecer los propios intereses y proyectos, no puede nunca, ni siquiera por un sólo segundo, desistir del primero y más imperativo de sus compromisos: negar la evidencia, siempre y de todas maneras. Dos mil años atrás, el grupo de las apariencias ha logrado definir Jesús, que es el dueño de casa, como Belcebú, el jefe de los demonios, y así continuará haciendo a lo largo de la historia hacia todo aquellos que con amor desean pertenecer a la familia de Jesús, hacia sus discípulos y sus amigos. Jesús recuerda a sus amigos que el grupo de las apariencias, los hombres que ocultan sus proyectos de robo y de dominio detrás de las máscaras de la compostura, de la respetabilidad, del prestigio y de la oficialidad, que lo sepan o menos, están trabajando con alacridad para persuadir a los pueblos a pensar que Dios sea Satanás, Dios sea el enemigo, mientras Satanás sea Dios, Satanás sea el amigo del hombre. Los hombres de las apariencias, negando la evidencia por principio fundamental, han subvertido los planes, han convencido a los pueblos a creer que el bien sea el mal y el mal sea el bien. Han persuadido las mentes de los hombres a la idea que matar en guerra en nombre de una bandera sea heroísmo, que torturar los seres humanos, para salvar y honrar la verdadera fe, sea santidad, que masacrar la libertad de los pueblos y subyugarlos, en nombre de una quimérica seguridad nacional, sea democracia, que usar medios de comunicación para difamar y calumniar el próximo sea el servicio de la información. Jesús advierte que el grupo de las apariencias trabajará siempre con todo medio para persuadir a los pueblos a creer que quienquiera sirve verdaderamente el amor, la justicia, el verdadero bienestar para todos, sea un servidor del mal, un enemigo del progreso, un adversario de la humanidad: de esta manera el grupo de las apariencias podrá siempre, tranquila e impunemente asustar, demoler, eliminar y matar a los servidores del amor.
Jesús inspira sus amigos a no detener jamás el anuncio de sus palabras, de los procedimientos evangélicos para la felicidad de la vida del hombre, por miedo al grupo de las apariencias. Jesús invita sus amigos a no renunciar por ningún motivo a hacer conocer y revelar a la humanidad los procedimientos evangélicos, a anunciarlos a la luz del sol, a gritarlos en las plazas y desde las terrazas porque no permanezcan secreteados por el poder y por lo tanto inutilizables para el bienestar de los pueblos. Jesús invita sus discípulos a no temer en absoluto el poder del grupo de las apariencias, porque aun si tendrán la posibilidad y la fuerza de matar el cuerpo y crear sufrimiento y humillaciones para los hijos de Dios, no podrán de alguna manera afectar su ser espiritual interior e inmortal. Jesús advierte luego que el grupo de las apariencias, que por los propios intereses y conveniencias ha negado, siempre y de todas maneras, la evidencia, ha negado la justicia, la verdad, la libertad, la vida, conscientemente o menos ha siempre negado, renegado y desconocido a Dios. Un día Dios en persona estará obligado a negar a ellos la pertenencia al reino sin fin, porque, negando Dios, los hombres de las apariencias han negado a sí mismos, se han transformado ellos mismos en un apariencia irreconocible por la vida y por Dios. Jesús lo explica así: Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.