En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 2 Noviembre 2024

Conmemoración de todos los Fieles Difuntos

Palabra del día
Evangelio de Juan 6,37-40

Nada de miedo

Dos son las emociones que el hombre puede experimentar en toda su vida. Puede experimentar amor y miedo, y nunca contemporáneamente. Las emociones, una vez puestas en marcha, no pueden ser apagadas, pueden sólo ser sustituidas. ¿De qué manera? Para saber como se pueden sustituir las emociones es indispensable conocer de donde derivan. Las emociones son generadas por la energía del pensamiento, por las vibraciones del diálogo interior, por el logos decisorio, por la orientación mental de los pensamientos. Un diálogo interior de gratitud, perdón, amor y compasión genera emociones de amor. Un diálogo interior de envidia, celos, insatisfacción, avidez, posesión genera emociones de miedo. Como no puede existir un gesto, un movimiento muscular, que no proceda de una orden electroquímica del cerebro y del sistema nervioso, de la misma manera es absolutamente imposible que el hombre experimente una reacción emotiva, una emoción, que no haya salido y que no haya sido determinada por un pensamiento, por cuanto este haya sido formulado velozmente y de manera no consciente. Cuando una persona experimenta miedo, rabia, ira, fastidio, rencor ha cultivado unos pensamientos correspondientes. Cuando una persona experimenta amor, alegría, comprensión, compasión, felicidad ha cultivado unos pensamientos correspondientes. Una emoción, una vez generada, no puede ser apagada, atenuada, detenida, bloqueada, parada, desactivada sino solo sustituida, porque igualmente ningún pensamiento, una vez generado, puede ser apagado, atenuado, detenido, bloqueado, parado, desactivado sino solo sustituido. Es evidente cual importancia entonces pueda tener saber como sustituir los pensamientos del diálogo interior, del logos, para poder generar y vivir emociones bellas, vitales, felices. Para ser felices es por lo tanto fundamental conocer como hablarse dentro, cuales palabras usar en el propio logos, para no generar emociones destructivas y venenosas, sino serenas y alegres. Considerada la extraordinaria importancia del tipo de palabras que se usan en el diálogo interior y considerado el gran poder que ellas tienen en generar el estado emotivo de la persona, ¿puede ser una casualidad que Jesús haya venido en la tierra a donarnos sus palabras, su Palabra de vida?
Alimentar correctamente el logos interior con el mejor diálogo interior es todo en la vida. ¿Cuál es la mejor manera para alimentar nuestro diálogo interior para producir emociones de energía vital y apaciguante? Es usar la Palabra y no las palabras. Por esto rezar la Palabra, rumiar la Palabra, meditar la Palabra es potentísimo y eficacísimo para tener una vida con emociones felices y armoniosas, porque la Palabra sabe sustituir, como ninguna otra palabra humana, las palabras de los diálogos interiores humanos no felices y no serenos. Jesús explica esto continuamente en el evangelio y él mismo, que es Dios, Hijo de Dios, usa este sistema.
Del relato evangélico se deduce claramente que Jesús ha hecho la elección extremadamente precisa de alimentar el propio diálogo interior con las palabras del Padre, con la Palabra del Padre.  Incluso en los días de la tentación satánica en el desierto, Jesús responde al Diablo no con un propio diálogo interior personal, sino con un diálogo interior que deriva de la Palabra del Padre: Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4,4). Con la Palabra de Dios, con el diálogo interior de Dios su Padre, Jesús amaestra la gente, sana toda enfermedad, derrota la muerte, cumple milagros, echa todo espíritu malvado, crea conocimiento, abre la miente, inspira el pueblo a sustituir los viejos diálogos interiores para conocer una vida feliz y llena de bienestar.
En este texto del evangelio, Jesús, que Juan evangelista identifica con el Logos de Dios hecho carne, nos dona una Palabra maravillosa para sustituir siempre, con grandísima eficacia, los diálogos interiores enfermos y venenosos, que procuran sólo emociones de rabia, ira, fastidio, rencor, venganza, y por lo tanto miedo, miedo, miedo. Cualquier cosa pueda ocurrir en la vida, si un hombre intenta pacientemente y con un poco de entrenamiento sustituir todos sus diálogos interiores con estas palabras de Jesús, haciéndolas rebotar dentro de sí en todo momento, meditándolas, amándolas, acariciándolas tiernamente, no perderá jamás la felicidad y la paz interior. 
Si un hombre se repite adentro, como si fuera Jesús mismo a repetirlo continuamente a su espíritu y a su psique, todo lo que me da el Padre viene a mí, no probará nunca miedo, nunca; o si se repite en el dialogo interior a lo largo del día, siempre como si fuera Jesús a decirlo a su corazón, al que venga a mí yo no lo rechazaré, entonces no probará más miedo, nunca más. Si un hombre se repite dentro: porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió […] que yo no pierda nada de lo que él me dio, no probará más miedo, nunca más. Así como si un hombre se repite con amor dentro de sí, cada segundo, que su vida será vida para siempre, inmortal en el amor y en la luz de Dios, entregándose a las palabras de Jesús: que yo lo resucite en el último día, no probará más miedo, nunca más.
Jesús nos ha dejado la infinita riqueza de su Palabra, recogida en el evangelio, no sólo para hacernos conocer su verdad y los procedimientos de la felicidad, sino también porque podamos utilizar su Palabra como nuevo y revitalizante dialogo interior, como logos de la felicidad, para usarla como energía pneumopsíquica, capaz de sustituir los diálogos de muerte y las emociones de miedo.