Trae alegría
Jesús es la fuente de la alegría. Jesús es la vía de la alegría, la puerta hacia la alegría, es la alegría misma en su infinita plenitud. Jesús trae alegría, conduce a la alegría. Donde pasa Jesús brota alegría. Cuando Jesús entra en el corazón del hombre, resplandece la alegría. Donde no hay alegría, significa que Jesús es rechazado. Donde no se desarrolla alegría, significa que Jesús no es acogido. Donde no hay espacio para Jesús, no hay espacio para la alegría. Donde no hay espacio para la alegría, no hay espacio para Jesús. Quien reza a Jesús, y no está en la alegría, no está rezando a Jesús. Quien se consagra a Jesús, pero no vive en la alegría, no se ha consagrado a Jesús. Quien cree en Jesús, y no desarrolla alegría en su corazón, no cree en Jesús. Quien se entrega a Jesús, pero no está en la alegría, no se entrega a Jesús. Quien anuncia a Jesús pero no está en la alegría no anuncia a Jesús. Quien acoge a Jesús y su mensaje no puede estar triste. El encuentro con Jesús genera en Zaqueo, que lo acoge, espléndida alegría en el corazón. El encuentro con Jesús genera en todos los otros, que no lo acogen, murmuración, bronca, fastidio, indignación. Los hombres que rechazan Jesús, que son hostiles a Jesús, que viven lejos de Jesús, no son enemigos de Jesús, son sólo hombres tristes, que no conocen la alegría y la felicidad. Quien no acoge a Jesús y su mensaje no rechaza sólo a Jesús sino toda posibilidad en este planeta de ser feliz.
Para vivir la alegría no es el hombre que debe entrar en el mensaje de Jesús, sino es el mensaje de Jesús que debe entrar en el corazón y en la inteligencia del hombre. El renacimiento de Zaqueo ha iniciado en el momento en el cual, para ver a Jesús, se ha subido al sicomoro, pero el paraíso de Zaqueo ha iniciado en el instante en el cual Jesús, levantando la mirada, le ha dicho: Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. El paraíso inicia cuando el hombre deja entrar Jesús completamente en la casa del propio corazón. Desde ese momento Zaqueo ha tenido el paraíso en casa, en el corazón, y en cada fibra de su persona, porque donde entra Jesús entra la alegría y donde entra la alegría entra el paraíso, el paraíso de Dios.