En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 23 Agosto 2022

Vigésimoprimera semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 23,23-26

El error 

Cometer un error significa, como dice la etimología del término, errar sin meta, proceder sin alcanzar el objetivo prefijado. Más propiamente significa alejarse, intencionalmente o no, de la verdad, del procedimiento correcto que puede asegurar el alcance de un objetivo. En cambio cometer una equivocación significa que, mientras nos dirigimos en la justa dirección hacia aquello que se desea alcanzar, un desacierto, una desatención, un descuido crean distracción y conducen fuera del camino, lejos de la meta.
Si, para alcanzar una cumbre que se yergue delante de nosotros, procedemos hacia el valle por el lado opuesto, estamos cumpliendo, conscientemente o no, un error, estamos errando y nos alejamos definitivamente de la meta, del objetivo. En este caso, para reparar a nuestro error, no hay otra manera que desistir de la elección emprendida y tomar la decisión táctica de invertir la dirección de nuestro itinerario en sentido opuesto. Esta es la metánoia evangélica. Si, en cambio, para alcanzar una meta, procedemos en la justa dirección, pero, durante el camino, algún resbalón, algún desacierto retardan y confunden la persecución del objetivo, nos estamos simplemente equivocando. En este caso el procedimiento es válido, las premisas de nuestra elección son correctas, y se necesitará sólo aguzar la mirada para evitar los desaciertos, corregir el paso, rectificar el rumbo y proseguir seguros hacia la meta. Mil veces tendremos que ajustar el tiro, miles serán los intentos, los resbalones, las caídas. Mil veces tendremos que volver a levantarnos de pie, corregir y volver a corregir, afinar, mil veces se tendrá que perseverar, perseverar y perseverar aun, pero el camino es aquello justo, y el objetivo será alcanzado.
Errar entonces es estar afuera del camino de manera permanente. Equivocarse es una condición provisoria, pasajera, transitoria que conlleva la falta de percepción correcta sobre algunos aspectos de la realidad y de la situación circunstante. El terrible ay de ustedes de Jesús no se dirige a quien se equivoca, sino a aquellos que están y viven en el error, que están completamente fuera de camino con respecto a la vida y a Dios. El ay de ustedes de Jesús está dirigido a aquellos hombres que completa y deliberadamente se han salido del camino que conduce a la vida, a aquellos que están en grave error porque reniegan las tres columnas de la vida que permiten al hombre ser feliz y rico de todo bien: la justicia, la misericordia, la fidelidad. Justicia es la equitativa e imparcial distribución de los maravillosos recursos de la vida y de la tierra para el verdadero y real bienestar de todos los hombres, de todo el hombre y de madre naturaleza. Misericordia es la capacidad de amar sin poseer, esta capacidad impide a la ira, al rencor y a la condena superar la compasión, la comprensión y el perdón. Fidelidad es la fidelidad a Dios, a su amor, a sus procedimientos de vida, a su divina, intimísima preferencia por nosotros. El ay de ustedes de Jesús está dirigido a aquellos hombres que están en un terrible error con respecto al alcance de la felicidad y del bien, pero en nada se están equivocando con respecto a la consecución de sus finalidades y objetivos. Es un error letal considerar, pensar, estar convencidos que la injusticia, que gobierna soberana la vida social del mundo, que la guerra, que devasta y despuebla la tierra, que el hambre de millones de personas sean fruto de equivocaciones, de casualidad, de combinaciones accidentales. Es un error letal de evaluación considerar que la distancia entre las minorías sociales incalculablemente ricas y la inmensidad de las masas irremediablemente míseras, que los conflictos sangrientos entre los pueblos sean fruto de tensiones sociales, de ingenuidades políticas, de desafortunadas coincidencias. Es sólo fruto de purísima idiotez pensar que la contaminación global, la quimificación de los alimentos y de los tratamientos médicos, la devastación de la tierra, el alejamiento del hombre de la naturaleza, la cementación salvaje, la incuria que reina soberana sobre las infraestructuras puestas a disposición de los pobres sean fruto de un sistema subdesarrollado, desprevenido, que atiende la resurrección de un radioso progreso. Es únicamente generada por inalcanzable estupidez la convicción que la privación y la miseria a las cuales han sido obligados los pueblos por milenios sean parte de un inescrutable destino divino, de las reglas impredecibles e inmutables del hado, en lugar que puntuales, propio porque preordenados, procesos producidos por elecciones y cálculos precisos, de voluntades determinadas, de proyectos perfectamente organizados según la avidez y la astucia de los potentes. El ay de ustedes de Jesús es gritado a aquellos del poder político, económico y religioso que están en el error y actúan en contra de la humanidad por un acto preciso de la voluntad, por un proyecto claro, por un diseño preestablecido que determina una secuencia de acciones definidas y calculadas. El ay de ustedes de Jesús es gritado a aquellos de los cuales no se podrá jamás decir que no saben lo que hacen, porque están en el error y lo saben, y saben siempre exactamente lo que hacen. Jesús grita fuerte su ay de ustedes a los hombres del poder, que de manera tan despiadada usan la ley, la moral, las religiones, las instituciones como el dogal para poner de rodillas y estrangular a la gente, para vaciarla de toda fe verdadera en sí misma y en Dios. Cuando la gente ya no tiene fe en nada, ella está tan asustada que está lista a creer en todo, es más, tiene la necesidad psíquica de creer que sea racionalmente imposible que aquellos que la están guiando, sean los mismos que la están engañando de cualquier forma, deliberadamente devastando y reduciendo al límite extremo.
Jesús grita fuerte su ay de ustedes a aquellos que poseen el poder político, económico y religioso, y confía también que el eco de aquel grito llegue a la inteligencia de los pueblos porque se den cuenta que ésos, aquellos que se han autodeterminado los señores del mundo, no han tenido jamás ni nunca tendrán, ni siquiera por un sólo instante, el más mínimo real interés de organizar el verdadero bienestar y la verdadera felicidad de la humanidad. El ay de ustedes de Jesús es gritado fuerte a los potentes del mundo, tan ávidos, que para sus intereses pisotean sin recato los pueblos y las naciones, y tan vanidosos que tienen que hacer todo esto llevando las vestimentas de la hipocresía más abyecta, adornándose de respetabilidad, revistiéndose de la imagen cándida de la buena reputación, de la imagen intonsa de la legalidad y de la honradez.
Jesús dice: ¡Ay de ustedes, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! El ay de ustedes de Jesús es gritado de manera transversal a todos aquellos que se ponen como guías de los pueblos, guías de las cuales Jesús dice ¡guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!, pero no por carencia intelectual o por incapacidad espiritual, cuanto más bien por voluntad precisa dictada por la avidez, por intento con miras a tener y mantener el poder y el dominio, por deliberada maquinación conscientemente estudiada y calculada en tener encadenada en esclavitud a la humanidad, por corrupta y perversa astucia generada por la intención clara de usar el don de la vida únicamente para corromper la vida misma.