En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 13 Septiembre 2022

Vigésima cuarta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 7,11-17

Nain

Nain es el mundo. El niño en el ataúd es el hombre. La mujer viuda es la humanidad. La puerta de la ciudad es el paso más allá del cual no hay más vida, donde hay al abismo de las tinieblas, la muerte sin apelaciones. Jesús llega a la puerta de la ciudad, a la última puerta generacional antes del grande pasaje. Madre humanidad, quedándose viuda de Dios, de aquel Dios amor, esposo y amante, que ha querido matar y eliminar de su vida, madre humanidad, abandonada de toda protección, conocimiento, defensa, referencia, guía, llorona y desesperada, postrada por inimaginables sufrimientos y soledades, está conduciendo afuera de la ciudad, en el lugar de la muerte, de la desesperación, en el lugar donde todo termina, el hombre, su hijo. La humanidad, habiéndose vuelto voluntariamente viuda de Dios, está acompañando más allá de la puerta de la vida, hacia el cementerio de la existencia, su hijo, el hombre muerto y encerrado en un ataúd. Esto es lo que Jesús ha encontrado no sólo aquel día en Nain, sino apenas ha puesto pie sobre esta tierra. Esta es la visión que su corazón ha tenido que ver: una humanidad desesperada, exhausta, sola, indefensa, que lleva a pasos lentos sobre las espaldas el propio hijo, el hombre, sin vida adentro del ataúd de las esclavitudes, del miedo, de la ignorancia, de la injusticia, hacia la puerta del fin, de la autodestrucción. Jesús, cuando se ha encarnado y ha hecho visita a la humanidad, ha encontrado la humanidad en esta situación y ha probado compasión por ella, una compasión inmensa. Las primeras palabras que dirige a la viuda humanidad no son palabras de esperanza, de vana esperanza, sino una invitación a limpiar la mirada y el corazón de las lágrimas: no llores, porque corazones que lloran no sienten correctamente, ojos que lloran no ven correctamente. La primera invitación de Jesús a la humanidad es aquella de dejar de llorar, porque sólo dejando de llorar la humanidad puede aprender a ver, puede darse cuenta que, después de un tiempo interminable de esclavitud, tristeza, dolor, injusticias y opresiones, ahora ha llegado la compasión de Dios, la hora de la liberación. Compasión y liberación divinas que se realizan y se transforman en una caricia, la caricia de Dios-Jesús presente y vivo, que toca el ataúd de la muerte y del miedo, que vuelve a levantar el individuo, el hombre, el hijo de la muerte interior y espiritual, para reconducirlo a la vida, para que pueda abrazar de nuevo la alegría y el esplendor de la vida. Jesús ha venido a visitar esta tierra poco antes que la humanidad, sola e indefensa, acompañara entre llantos y desesperación su único y último hijo muerto, el hombre, más allá de la puerta de la vida hacia lo nada de la muerte. Jesús Dios, el Hijo, se ha encarnado hombre para evitar a mujer-madre humanidad de ver los propios hijos anulados en el engaño y desmembrados, en una hecatombe sin precedentes, por el poder político y por el poder religioso. La humanidad no logrará jamás ser plenamente consciente de como Jesús, en su primera visita, haya verdaderamente venido a salvar la humanidad, de como su venida haya conjurado para la humanidad no simplemente el fin, sino un fin terrible. Jesús ha visitado a la humanidad para donarle la sapiencia de la propia Palabra, ha formado un grupo de hombres y mujeres dedicados al anuncio del evangelio, que es la esencia de la inteligencia de sus procedimientos, para liberar el hombre con la potencia del Espíritu Paráclito de la esclavitud satánica de la muerte interior y espiritual, muerte que luego genera la muerte psíquico-intelectual y física. La humanidad del poder religioso y político ha reaccionado a la visita del Señor organizando, en el menor tiempo posible, su eliminación a través de la muerte en cruz. En el tiempo, los pocos hombres y mujeres que han seguido con corazón sincero el mandato y la Palabra de Jesús se han transformado, bajo el influjo de Satanás, en un poder político y religioso más devastador que aquello del cual Jesús había venido a liberar la humanidad. Después de veinte siglos desde su primera venida mujer-madre humanidad está en condiciones peores de como Jesús la ha encontrada la primera vez y sus hijos, los hombres, están postrados por esclavitud e injusticias, sufrimientos y dolores como nunca en la historia de la humanidad. He aquí porque Jesús ha decidido volver ahora, en este tiempo, al final de esta generación, para restablecer su reino, para escoltar su hija humanidad hacia la puerta de la luz, hacia una nueva evolución. Jesús está regresando para devolver vida espiritual al hombre, el hijo de mujer-madre humanidad, porque la humanidad ya no aguanta más vivir viuda de su Señor, sofocada por miseria y lágrimas, oprimida como lo es por las injusticias del poder y por la prepotencia de los ricos. La humanidad no aguanta más ver sus hijos, los hombres, tan extenuados espiritualmente, psíquicamente, físicamente, pero no sabe como hacer para sacarse del ataúd de la muerte en la cual ella misma se ha metido por estupidez, ignorancia, pereza, miedo, presunción, arrogancia. Jesús ha mirado con infinita compasión esta mujer-madre humanidad que no sabe que hacer para liberar sus hijos del ataúd de la muerte y a esta altura ya no tiene ni siquiera la fuerza para hacerlo, y su compasión se ha transformado en camino del cielo a la tierra para la venida intermedia del Señor de todas las cosas. Él esta regresando, y más esta realidad suena como una fábula al corazón y a las mentes de esta generación, más esta realidad es verdadera e irrefrenable. Él está regresando y sus primeras palabras a mujer-madre humanidad, cuando la encontrará, serán una vez más no llores, pero esta vez, para liberar a su pueblo del ataúd de la muerte, no usará más la dulzura de una caricia, en un ángulo oscuro y arenoso de la tierra y de la historia.