Timón
Imaginemos que en una embarcación se encuentran dos comandantes que tienen el plan de alcanzar respectivamente dos destinos opuestos: uno quiere ir al sur y el otro al norte. El timón es único, no puede, ciertamente, ser movido al mismo tiempo por dos pilotos que tienen en la mente destinos diferentes y opuestos. A los dos comandantes obviamente no queda más que entrar en lucha entre ellos para la posesión del timón, para asegurarse la meta. Al final ¿cómo se podrá saber cual de los dos comandantes habrá obtenido la posesión del timón por más tiempo? Seguramente gracias a la ruta que la embarcación habrá emprendido: si el comandante que quería ir hacia el norte ha obtenido por más tiempo la posesión del timón, la embarcación estará orientada más hacia el norte y viceversa.
En el océano de esta vida también la embarcación de nuestra persona tiene un solo timón. Uno solo es el corazón que nos ha sido donado para decidir donde ir y con quien ir, y no puede ser movido, al mismo tiempo, por dos posibles comandantes, ni ser puesto al servicio de dos amos a la vez. Los dos posibles comandantes para mover el timón del corazón humano son Dios o el dinero, y nunca, nunca al mismo tiempo. Jesús es claro, estos son los posibles amos del corazón del hombre, a los cuales el hombre puede donar su total dedicación: o Dios amor o el amor por el dinero. Dinero entendido como búsqueda del bienestar sólo para el propio beneficio, es más, incluso con daño para el bienestar de los demás, para garantizarse el dominio sobre los otros hombres. El corazón que honra el dinero despreciará a Dios, el corazón que honra a Dios considerará una nada el dinero. A cada hombre su elección. La elección es a cual de los dos comandantes ofrecer el timón del propio corazón y de la propia vida.
Los dos amos que el corazón del hombre puede servir tienen metas y objetivos completamente diferentes, es más, opuestos, y no pueden ponerse a manejar el timón de la persona humana contemporáneamente. Hasta que, en un corazón, esté el amor por el dinero y la riqueza, no puede estar Dios amor y hasta que esté Dios amor, no puede estar el amor por el dinero. Los corazones que sirven al patrón dinero, al poder y al poseer tienen, a menudo, la necesidad y la exigencia de cubrir y ocultar la tenebrosidad de sus acciones con la apariencia de la más visceral pertenencia al mundo de la moralidad, al sistema de la legalidad, al régimen de la justicia. Pero si en esto es posible engañar la mirada de los hombres, no es posible engañar la mirada de Dios, que ve cada profundidad e intención, es así que Jesús puede afirmar: Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios. Fundamentalmente los hombres de la jerarquía religiosa, y los dirigentes del pueblo odiaban a Jesús porque tenía el poder y la fuerza de revelar la realidad de su total pertenencia y de su total servicio al patrón dinero, aun si hábilmente encubiertos del aparente servicio a Dios. Si Dios y el dinero son los únicos amos a los cuales el hombre puede verdaderamente dedicar su propio corazón para toda su vida, es evidente que no hay nada más eficaz y funcional, para cubrir y ocultar ante los ojos de los pueblos el servicio al patrón dinero y riqueza, que ponerse bajo al manto del aparente pertenecer al servicio y al culto de Dios Omnipotente. Pero hay una manera segura para conocer la verdad sobre el tipo de servicio que el corazón del hombre ha elegido, y Jesús lo revela muy simplemente: Los fariseos [grupo extremadamente religioso], que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. En toda la historia humana los hombres, religiosos o menos, manifestarán siempre y perfectamente su total esclavitud al patrón dinero y riqueza, ridiculizando y burlando a todos aquellos que de Dios vienen y a Dios pertenecen. Burlarse de Dios y de todo lo que a Dios pertenece y de Dios viene es la actividad principal, el rito favorito de los esclavos del dios dinero, por supuesto, después de la búsqueda de la riqueza y del poder.