En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 18 Abril 2021

Tercer Domingo de Pascua – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Lucas 24,35-48

Un pez

¿Cómo explicar el misterio?
¿Cómo abrir la mente a lo inmensurable, cómo abrir al conocimiento supremo? ¿Cómo afrontar el enigma de la resurrección, cómo revelar el arcano del Resucitado que regresa del mundo de los muertos? ¿Cuál código críptico usará el Rey del universo para revelar su victoria sobre la muerte?
¿Cuál vía mística recorrerá para acercar a los suyos a la comprensión, a la visión, a la fe de tal trastornante secreto?
¿Cuál sublime revelación hará el Maestro para explicar la victoria definitiva sobre la oscura mandíbula de la muerte que todo mastica hasta las tinieblas? ¿Cuál descifrador antiguo y escondido revelará el Maestro a los suyos para sacar a la luz lo oculto? ¿Usará círculos de fuego o polvos brillantes desconocidos, el Maestro? ¿Descenderán ángeles del cielo, o usará señales cósmicas, convocará entidades astrales, hipnosis, dijes, cartas mágicas, señales, prodigios, mixturas, humos u objetos que vuelan?
Un pez. Más bien, un trozo de pescado. Un trozo de pescado asado, dentro en un solo bocado. He aquí Jesús, he aquí Dios.
Es así como se mueve el Omnipotente, es así como Dios hace las cosas.
Un pedazo de pescado asado para masticar y para ingerir con calma es el arcano utilizado para hacer el anuncio y la revelación del más grande advenimiento que la historia de la humanidad haya jamás conocido y que jamás conocerá. El muerto está vivo, la muerte es vencida, Jesús está vivo, Jesús come, y el pescado asado se vuelve puente de conocimiento, vínculo racional, adherencia existencial. Los muertos no comen, a lo máximo se los comen.
Trastornante, desarmante, desconcertante. El Señor no tiene necesidad más que de un pedazo de pescado asado para decir quien es y que está vivo y ha resucitado. Al Señor no le sirven alquimias mistéricas, códigos escondidos, kilómetros de bibliotecas en subterráneos remotos, sectas oscuras, intrigas y enigmas incomprensibles. Al Señor, para anunciar su resurrección después de la masacre y la muerte de cruz, basta un mordisco a un pedazo de pescado asado.
Beato y bendito pescado asado de aquel día, que nos muestras con qué sencillez, con qué calma y santo humorismo Dios hace las cosas y nos las explica. Bendito pedazo de pescado que has servido a Jesús para abrir la mente de lo suyos a la belleza y a la vastedad de la palabra de Dios revelada en Ley sagrada, en los Salmos, en los Profetas. Afortunado pedazo de pescado, pescado por los apóstoles, asado en el fuego, que te has vuelto alimento de tu Creador, masticado por el Resucitado que al regresar de la muerte, usa precisamente a ti, para deshacer toda duda y todo miedo.
Nuestro Señor Jesús apenas resucitado, en total tranquilidad, conmovido y con los ojos transparentes de luz eterna, sonriente y bellísimo acaricia las manos y la cabeza de los suyos, y con todavía el buen sabor de aquel pescado asado en boca, comunica y anuncia a todos sus hijos de toda la historia, que en él, en su nombre, todos los hombres pueden hacer paz con Dios y tener, y siempre poder, pedir el perdón y la paz. Este es el primer anuncio, la primera revelación del Resucitado. Un pez para cantar resurrección, un pez será la figura del Señor por siglos en las catacumbas.
La sencillez de Dios está a la par con su amor y su belleza. Sencillez y belleza divinas que Jesús invita a dar a conocer a todos en todo el mundo. Sencillez y belleza divinas que tienen el poder de cambiar los corazones y las mentes. Sencillez y belleza divinas que se revelan al hombre primero que nada, sobre todo y siempre en el don de la misericordia, del perdón y de la paz.