En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 31 Agosto 2021

Vigésimosegunda semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 4,31-37

Coincidencia

Los demonios que Jesús encuentra a lo largo de su camino, durante su visita a la tierra, son perfectamente conscientes de quien es Jesús y de cuales dones sublimes y maravillosos de conocimientos ha traído, para la salvación y el verdadero bien, a la humanidad. En el texto del evangelio son ellos, los demonios que, antes y mejor que todos los hombres y las mujeres que Jesús encuentra, proclaman, afirman, declaran con fuerza que él es el Hijo de Dios y manifiestan con respecto a él una absoluta sujeción y un terrible temor. Los demonios saben bien quien es Jesús y que su presencia sobre la tierra y el conocimiento que él, el Señor, ha traído a la humanidad son la ruina de su malvado y mortal reino satánico. He aquí que cuando lo encuentran le gritan: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: ¡el Santo de Dios! Los demonios quieren que Jesús se vaya de la tierra, porque su divina presencia y su mensaje son la ruina del reino del mal. Los demonios gritan a Jesús que se vaya, porque saben perfectamente quien es y lo que puede hacer.
Hacer desaparecer ante los ojos de la gente la persona y el mensaje de Jesús es también el mismo, idéntico, fuertísimo deseo de los jefes religiosos del pueblo, de los científicos, de los teólogos, de los biblistas, de los dirigentes políticos y económicos del pueblo a la época de Jesús. También ésos quieren con todas sus fuerzas echar fuera a Jesús, de hecho, a un determinado punto logran condenarlo como un tramposo, torturarlo como el peor de los enemigos y matarlo como un blasfemo, un enemigo de la humanidad y de Dios. Los demonios y los hombres del poder tienen el mismo deseo con respecto a Jesús y a su mensaje: hacerlo desaparecer, anularlo, porque es la ruina de su reino- ¿Coincidencia? ¿Cómo puede ser que Jesús y su mensaje y sean la ruina del imperio de Satanás y de los reinos de quien retiene el poder religioso y político? Simplemente porque los poderosos de la tierra, tanto los que pertenecen al sistema político como al religioso, están en mano y al servicio del mismo reino, el de Satanás. En Mateo 4,8 el evangelio afirma esta realidad con inequívoca claridad precisamente durante las tentaciones de Jesús en el desierto, y la revela a través de las palabras mismas de Satanás: El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme»
Satanás puede ofrecerle a Jesús todos los reinos del mundo con su gloria, en cambio de su adoración, porque los reinos, los poderes fuertes religiosos, políticos, económicos, culturales de la tierra han sido siempre suyos, son una creación suya, una propiedad privada suya, de lo contrario no podría disponer de eso tan libremente. Satanás y los hombres del poder quieren eliminar a Jesús y su mensaje, porque Jesús es capaz de arruinar definitivamente sus reinos. ¿Por qué? Porque Jesús es capaz de sembrar en el corazón de los hombres y de las mujeres de la tierra el conocimiento y la conciencia del hecho de que sin dedicarse al amor y sin dejarse invadir por la luz de Dios no podrá haber para la humanidad un cambio hacia el verdadero bienestar y la verdadera felicidad.
El cambio de la humanidad hacia el verdadero bienestar y la verdadera felicidad, que Jesús ha venido a inspirar, no podrá de ninguna manera ocurrir a través de la fuerza de persuasión de las credencias de los sistemas religiosos, políticos, culturales, científicos, militares. Éste es el momento de la historia en el cual ninguna mutación evolutiva de la humanidad, hacia la armonía y la paz, podrá pasar a través de movimientos de muchedumbres, o porque los pueblos se entregarán a nuevas líneas ideológicas, religiosas, devocionales, políticas, económicas. Éste es el momento de la historia en el cual nadie, absolutamente ningún hombre en el mundo, ningún  representante político o religioso podrá alterar o modificar la elección interior e íntima de cada individuo a dedicarse o menos al amor y a dejarse o menos invadir por la luz de Dios. Éste es el momento de la historia en el cual será la elección libre del individuo que podrá dar vida a un nuevo pueblo, y no como siempre ha sucedido en el pasado cuando eran los pueblos, las convicciones y las creencias de la muchedumbre que creaban al individuo.