En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 7 Diciembre 2021

Second Week of Advent

Word for today
The Gospel of Matthew 18:12-14

La extraviada

Pero, ¿quién es la extraviada?
¿Qué posee que es tan importante que su extravío hace desatar tanta tensión de búsqueda y su hallazgo provoca tanto gozo?
¿Por qué delante de la extraviada las noventa y nueve que han quedado no provocan la misma pasión y la misma atención en los ojos del pastor?
En cualquier caso las noventa y nueve guardadas en el recinto no procuran gozo, excitación y alegría como la oveja extraviada.
La extraviada es cada uno de nosotros, una de esas crías, cualquiera que esta sea, cuando pierde su camino, cuando pierde su luz adentro, cuando pierde el sabor de la sal de la inteligencia del espíritu. La extraviada somos nosotros, somos todos nosotros cuando perdemos el camino del amor. La extraviada somos nosotros cuando perdemos la paz dentro y nos ponemos en el camino del miedo, del juicio, del rencor.
Pero, ¿por qué el corazón del Pastor Eterno está sumergido de esa manera en aquel agudo e irrefrenable sentido de búsqueda por la extraviada? Por amor, por infinito amor, por compasión e infinita misericordia, claro. Pero eso no es todo. Y, ¿cómo se explica toda la alegría y la excitación del Pastor Eterno, descritas en el Evangelio, por el hallazgo de una sola, de una sola de sus crías?
En la visión del Todo y del Uno, en la visión absoluta del corazón divino, el peligro para la extraviada, en realidad, no está en el hecho de que se haya extraviado, sino de que se haya aislado, se haya separado.
Sólo Dios conoce en su propio corazón cuanto y como el diablo separador esté luchando contra los hijos de Dios. El diablo, desde siempre y sin pausas, de cualquier manera, en cualquier tiempo, de cualquier forma, con cualquier medio y estrategia busca sólo una cosa y una sola cosa: nuestra separación de Dios, de la unidad, del amor.
Para el corazón de Dios el verdadero problema de la extraviada no es que se haya extraviado, no es que se haya perdido, no es que haya cometido pecados o que se haya equivocado, el problema verdadero es que la extraviada corre peligro de separarse del Todo y del Uno. No es el pecado en sí el problema, sino que el pecado es capaz de llevar a la separación. Cuando el Pastor Eterno halla una sola de estas crías, de sus crías, la alegría celeste se desata en gritos y altísimos cantos de gozo porque no son las noventa y nueve que forman la unidad, sino que las noventa y nueve más la extraviada son el Todo y el Uno del amor de Dios.