En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 11 Diciembre 2021

Segunda Semana de Adviento

Palabra del día
Evangelio de Mateo 17,10-13

Falta siempre algo

Cuando la gente ha tenido frente a los ojos y dentro de las orejas a Juan Sumergidor, se ha preguntado si era él el Mesías y, una vez que terminaron las preguntas acerca de él, se quedaron las afirmaciones: Juan, el hombre del desierto, no puede ser que un demonio. Cuando la gente ha tenido frente a los ojos y dentro de las orejas al Hijo de Dios, no ha encontrado nada mejor que recordar a Jesús que, antes del Mesías, tenía que llegar Elias el profeta, subrayando así que a Jesús, para ser el verdadero Mesías, le faltaba la presencia del profeta. Por lo tanto, o Jesús no era el Mesías o bien, como Mesías, se había presentado aquí en la tierra de manera bastante apresurada e imprecisa. En verdad todas estas preguntas a Jesús, toda esta necesidad de puntualizaciones, demuestra una profunda ineptitud e incapacidad de visión en el reconocer que el profeta restaurador, en Juan, ya había llegado.
Para la mente del hombre, falta siempre algo. No importa si se trata de hombre o Dios, para la mente falta siempre algo, hay siempre una dosis abundante e indiscutible de algo que falta. Si hay sol, es demasiado caliente, si no hay sol, es demasiado húmedo, si una persona es generosa, sin lugar a dudas hay algo detrás, si no es generosa, sin lugar a dudas hay otra cosa por detrás. Si uno se dedica a los demás, sería mejor si pensara en sí mismo, si piensa en sí mismo, debería interesarse en los demás. A los hombres de color les faltaba el alma, a aquellos de otra religión les faltaba la fe en el Dios justo, a aquellos torturados por la Inquisición les faltaba la fe correcta, a los nativos de las varias regiones de la tierra les faltaban las leyes, el progreso, la cultura, la religión, la ciencia, la moral. ¿Cómo suple la mente a todas estas faltas? ¿Con qué cosa sino con la violencia? Si, la suplente de todas las faltas, tan ágilmente descubiertas por la mente, es la violencia, es siempre la violencia. La violencia suple a todas las faltas. La violencia compensa todo aquello que falta a la mente. Suple la falta de fuerza de persuasión, de inteligencia, de razonamiento, de verdad, de coherencia, de dinero, de capacidad, de autoridad, de sapiencia. Más un hombre está en el error, anotando faltas por todas partes, más violento es. Jesús lo dice con inigualable claridad: Pero les aseguro que Elías (Juan Sumergidor) ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre». He aquí. La gente no reconoce a Juan Sumergidor, porque sin duda a Juan le falta algo para ser verdaderamente quien dice ser, es decir el precursor de Jesús. Por lo tanto lo elimina violentamente. La gente no reconoce ni siquiera a Jesús, porque sin duda también a Jesús le falta algo para ser verdaderamente quien dice ser. Y lo mata con violencia.
La violencia es la respuesta de la ignorancia de la mente que va en búsqueda, por toda la vida, de aquello que falta para convencerse de aquello que hay.