En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 22 Diciembre 2021

Feria de Adviento

Palabra del día
Evangelio de Lucas 1,46-55

Megalùnei

Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, literalmente está escrito: magnifica todo el ser de mi el Señor, y está lleno de alegría el Espíritu de mi en Dios, el Salvador de mi.
Magnifica, en griego megalùnei, tiempo presente de megalùno, denominativo de mègas, “hago crecer, engrandezco, alargo”, correspondiente a la raíz hebrea rwm, “elevar, hacer alto, elevado, excelso”. En los evangelios lo usa sólo Lucas y sólo dos veces. En arameo encontramos mawrbo. “hace grande, magnifica”. María con esta palabra exalta el Señor Dios como único y el más grande. Es una afirmación de fe maravillosa que echa de la mente al nacer toda posible idolatría.
Todo el ser de mi, en griego hè psuchè mou. Se habla aquí del alma racional, el alma perceptiva/nutritiva, “mi vida”. Corresponde al hebreo nèfesh, “ánimo como sede de los sentimientos, de los afectos, de los deseos”. Literalmente “gola, deseo, respiro”. Se puede traducir con “gola que respira”. Es el hombre en su totalidad con todas sus necesidades y potencialidades fisiológicas, psíquicas y espirituales. En este contexto es el hombre en todas sus dimensiones como reza con autoridad el mandamiento de Dios en Deuteronomio 6,5, cuando el Señor pide ser amado con todo el corazón, con alma plena, y con todas las fuerzas.
El Señor, en griego ton kùrion. El griego  Kùrios, en hebreo Adonày, es el nombre propio de Dios, traduce también el Tetragrámaton divino YHWH; en arameo-siriaco es Morìo, “dueño, soberano, propietario”. Indica Dios Padre, pero se usa también para denominar a Jesús, el Señor. Kùrios significa entonces “el Señor”, el Señor del mundo, la autoridad, la potencia, implica siempre el aspecto de la legitimidad y de la autoridad. Señor es el primero de los cuatros nombres presentes en el cántico con el cual María no sólo define a Dios y lo exalta, sino sobre todo expresa su experiencia de Dios.
Y está lleno de alegría, en griego kài egàlliasen. Egàlliasen, aoristo de agalliào, “estoy lleno de alegría, júbilo, me alegro, estoy feliz; gozo”. La raíz hebrea ‘gv lleva en sí el concepto de amar, venerar, exaltar, rodear alguien de majestad, en el sentido de rodearlo de majestad amante porque es un ser tan precioso y bello que crea asombro y estupor. El sumerio-acadio agu indica “corona, aureola, diadema real”. Absolutamente nada sobre la tierra y en la vida del hombre manifiesta y revela la presencia de Dios en una persona como la alegría. En Juan 15,11 de hecho está escrito: Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
El espíritu de mi, en griego tò pnèuma mòu. Pnèuma, nombre deverbativo de pnèo, “aliento, soplo, hálito”. El verbo pnèo nace de metátesis de base semítica correspondiente al acadio panachu “soplar”, - la raíz acadia pa’u denota el volverse hacia, el girar propio del viento continuamente en movimiento – y a la raíz hebrea nfch, “soplar, encender, jadear”. El substantivo pnèuma significa “hálito, viento, soplido; respiro, vida; parte espiritual del hombre, sede íntima de los sentimientos, alma, potencia”, indica el Espíritu mismo. En hebreo es rùach, que no sólo traduce “viento, espíritu, hálito”, sino también, en términos derivados de esta raíz, “abundancia” y “liberación”. El espíritu es la esencia misma de la persona humana, la dimensión que lo identifica en las raíces de la energía vital que le ha sido donada por el Padre.
En Dios, en griego epì tò theò. Dios es nombre presente desde las más remotas antigüedades: entre los Sumerios los nombres dir, dimir, dimer significaban “dios”. Epì,  “en, sobre, además, a la presencia de, entre, junto, a través, delante”, es preposición que indica complemento circunstancial de lugar con el significado de contacto en la proximidad.
El Salvador de mi, en griego tò sotèri mòu. Sotèr, del verbo sòzo, “salvo; saneo, curo; redimo, libero, rescato”. En hebreo Sotèr corresponde a Yeshùa “salvación, salud, ayuda”, en arameo a Machyòno, “Salvador, Dador de vida”. Salvador es el segundo nombre de Dios que encontramos en las palabras de María, es una cita del capítulo 3,18 de Habacuc: Pero yo me alegraré en el Señor, me regocijaré en Dios, mi Salvador. Salvador en este caso es el nombre mismo, el nombre propio de Jesús, Jesús que es su Hijo y Señor.
María alaba, magnifica, agradece el Señor por amor y en nombre del amor por todo aquello que él continuamente cumple en la obra de la creación y en la obra de la rearmonización de la creación. Esta actitud agradecida y amorosa de María hacia Dios, es una lección de vida de incalculable valor para toda la humanidad. María nos enseña que el error, el pecado, el mal más grande y peligroso posible en la vida es pensar mal de Dios, que conduce irremediablemente al apagamiento de la loa y del agradecimiento. Si la humanidad en este instante usara esta inspiración de María para no pensar nunca más mal de Dios frente a los eventos de la vida, sino sólo y siempre a alabarlo y agradecerlo, la humanidad en pocos instantes iniciaría a resplandecer de una luz y de una fuerza maravillosas.