En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 17 Enero 2022

Segunda semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 2,18-22

Es viejo

Todo se ha vuelto viejo. Es viejo, dirigido y gobernado por viejos y, cuanto más viejo es el sistema, más intenta resistir, explotando el miedo de la gente, la ignorancia de las mentes, el poder de los ejércitos. El sistema político y económico es viejo, corrupto, limpio y su transparencia deja entrever toda su crisis, su fracaso total, porque no ha dado ningún fruto al verdadero y real bienestar y a la felicidad de las personas. Las religiones han envejecido y se han vuelto estériles, encerradas en sus dogmas intolerantes y en sus leyes, incapaces de despertar a los pueblos hacia el conocimiento, el amor, la paz.
Jesús tiene términos muy claros. De lo que el hombre ha construido sobre la tierra todo es demasiado viejo y gastado para ser capaz de acoger, con gozo y fruto, los procedimientos evangélicos que Él ha venido a anunciar. Este mundo viejo está totalmente fundado sobre las leyes de los poderosos, la prepotencia de los ricos, la violencia de las armas, el miedo de los pobres, la corrupción de los muñidores. Las religiones anuncian el amor y llevan a los pueblos a la división y a la guerra, las constituciones alaban a la dignidad humana y a la libertad y generan leyes sin justicia, que esclavizan a las personas y defienden únicamente los intereses de los prepotentes. El sistema que el hombre ha creado con sus manos y su mente es un sistema fundado en el miedo, la división, el abuso, el conflicto. En el sistema todo está programado y cumplido aparentemente para un bien mayor, para la seguridad de los pueblos, para un nuevo luminoso progreso. Pero en realidad ¿el miedo puede llevar a la felicidad y al amor? ¿En qué manera la guerra puede generar libertad y paz? ¿El juicio y la condena pueden dar frutos de cambio y de felicidad?
Para aquello que Jesús ha traído con su mensaje y su persona, en este mundo, es todo demasiado viejo y gastado y, también lo que, dentro de este sistema, nos aparece moderno e innovador, es ya terriblemente viejo y superado. A diferencia de todo lo demás, el pedazo de tela nuevo que el Evangelio ha traído, para revestir a la humanidad de la vestidura real de los hijos de Dios, no ha envejecido, no se ha gastado. A diferencia de todo lo demás, el vino nuevo, espumoso y poderoso del Espíritu y del Amor para el banquete de la felicidad y de la compartición no se ha perdido, no se ha apagado.
El cambio vendrá. El Evangelio es la mutación. El Evangelio se quedará y los viejos sistemas obstinados desaparecerán bajo el polvo de sus castillos, de sus bancos, de sus ejércitos. El cambio vendrá, pero no vendrá porque la gente se ha cansado de sufrir, de tener hambre, de ser esclava, de ser infeliz. La gente cansada no crea mutación, está sólo lista para ir a la guerra contra quien sea. Hoy hay mucha gente cansada, también esa misma gente que hasta hace poco tiempo vivía con la cabeza dentro de un santuario transparente, sin darse cuenta de su misma esclavitud y de su misma infelicidad. Finalmente la pobreza ya no es sólo una imagen sugestiva y confusa que pasa dentro de la caja transparente, ahora están volviéndose unas tenazas también para los que, engatusados por cosas insignificantes y algunas solapadas comodidades, se habían convencidos de ser libres e incluso felices. La gente está cansada, pero esto no llevará a la mutación, llevará sólo a la ceniza, mucha ceniza en todas partes. La mutación vendrá pero, si queremos que suceda en paz y en la belleza, en armonía y para el verdadero bienestar del hombre, sólo hay que seguir el Evangelio que, por su naturaleza, no ha envejecido. Sólo el Evangelio contiene los procedimientos divinos para evolucionar a la humanidad hacia la luz sin pasar por la destrucción, porque el Evangelio invita a la mutación con la fuerza de la inspiración. La mutación deseada por el Evangelio vendrá, pero no vendrá porque la gente está cansada, vendrá, en cambio, porque la gente empezará a desear ser feliz, feliz verdaderamente con corazón nuevo y para nuevos objetivos, que ya no pondrán ser el interés, el provecho, la posesión, el dominio. Mientras tanto hay que preparar el espíritu, la mente y el cuerpo a la mutación liberándolos de toxinas, rabias, rencores, juicios, conflictos, venenos para que así la novedad del Evangelio pueda encontrar corazones adecuados, nuevos y listos, no viejos e inútilmente obstinados.