En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 17 Junio 2022

Undécima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 6,19-23

El ojo

¿Qué tipo de ojo es el ojo de los hombres que, aun mirando, no ven nada y nada leen de lo que la vida ha escrito dentro de su corazón y en el esplendor de toda la creación? ¿Qué tipo de ojo es el ojo de aquellos que a lo largo de toda la vida se adaptan a una manera de pensar, de concebir la existencia sólo a través de ideologías preconcebidas, porque lo han aprendido en la escuela, porque se lo ha transmitido el entorno familiar y social? ¿Qué tipo de ojo es el ojo de los hombres que pertenecen a una religión o a otra, estableciendo así la jerarquía de los valores de la vida sólo por el hecho de haber nacido en un punto geográfico particular, en un contexto histórico, criados por tradiciones y convenciones cristalizadas, sin nunca, nunca, nunca echar la mirada más allá, hacia otras luces y horizontes, sin nunca leer la vida para ver si hay algo más para descubrir, entender y creer? ¿Cuál es la capacidad de mirada y comprensión de una humanidad que cree que los hombres de poder, aun si están conduciendo el mundo en el abismo de la autodestrucción, poseen de todas maneras la verdad y actúan en nombre de Dios? ¿Qué tipo de visión puede tener un pueblo que entrega al poder religioso, político, económico y científico toda su vida? ¿Qué tipo de visión puede tener el ojo de un pueblo que, persuadido que está realizando una cosa sabia y ventajosa, ha entregado por completo y sin rémoras su suerte a los potentes de la tierra, potentes que, en una manera tan clara en toda la historia, no se han puesto jamás escrúpulo alguno a esclavizar, humillar, masacrar, despojar, reducir en miseria y esclavitud enteras generaciones, dominar todo y todos para devastar y enriquecerse sin medida? ¿Cuál es la profundidad de la mirada de aquellas naciones que ayer como hoy han aceptado matar bajo órdenes millones de propios semejantes en nombre de una patria que existe sólo sobre los papeles de las constituciones, y al mismo tiempo han aceptado ser esclavas de impuestos injustos, de leyes que cubren y defienden exclusivamente los intereses de los fuertes y de los ricos? ¿Cuánta luz hay dentro de la mirada de un pueblo que es humillado en el alma, ignorado en sus exigencias primarias y primordiales, que vive en casas innobles y inhumanas, respira aire envenenado y come química industrial y aun cree que la liberación vendrá por parte de aquellos que lo han encadenado y devastado así? ¿Cuáles son las capacidades de un pueblo que ve a los propios hijos suicidarse porque no tienen con que dar de comer a sí mismos y a las propias familias, y está obligado a trabajar como esclavo para sobrevivir y para pagar los solaces de los ricos y de los potentes, mientras otros son pagados millones de dineros para tirar una pelota dentro de una red? ¿Qué ve, qué lee de la vida y del mundo, un pueblo que todavía cree que tenga algún significado y ventaja entregar el fruto del propio trabajo a los bancos y a los banqueros, que a su vez se enriquecen sin mover un dedo con el dinero de quien se quiebra la espalda trabajando? Si el ojo del hombre está tan obscurecido y su mirada tan malvada, ¿qué es del hombre, qué será de su destino? Jesús dice literalmente: la lámpara del cuerpo es el ojo, si entonces tu ojo es simple, entero tu cuerpo será luminoso; si en cambio tu ojo es malo, entero tu cuerpo será tenebroso. Pero,¿dónde ha puesto el hombre la mirada para ser tan engañado y distraído? ¿Sobre cuál tesoro el hombre ha concentrado la mirada? ¿Para quién o para qué late el corazón de la humanidad? Pero, ¿cuál es el tesoro de la humanidad? ¿A cuál tesoro la humanidad ha votado el propio corazón y la propia vida? ¿A cuál tesoro han votado su corazón y su vida los hombres del templo? ¿Y aquellos de la política? ¿Y aquellos de la ciencia? ¿Y aquellos de la medicina? El tesoro del hombre es la ambición. El hombre rico como el hombre pobre, el hombre potente como el esclavo, el hombre prepotente como el débil han decidido tesaurizar – Jesús usa este verbo – ambición, prestigio, dominio, riqueza. Jesús casi nos implora: no tesaurizen [griego: thesaurìzo]  para ustedes tesoros en la tierra, donde polilla y herrumbre estropean y donde ladrones destrozan y roban. Jesús casi nos implora abrir los ojos, porque si queremos dejar de ser esclavos de los potentes lobos rapaces, dicho con total y profundísimo respeto para los lobos, debemos todos dejar de tesaurizar ambición y vanidad, riquezas y dominio. Jesús explica abiertamente que no los potentes han creado los miserables, ni los miserables han creado los potentes, sino los dos son una creación del loco e inútil deseo de todos de tesaurizar tesoros terrenos, y este es el origen y el principio de todo el sufrimiento y el dolor humanos. Incluso la tierra, la madre tierra ya no aguanta más. Si la tierra tiembla no es para arreglar la propia superficie o la propia corteza, sino tiembla porque está arreglando el propio corazón, lo está reconduciendo en eje. El corazón del hombre ha sido creado para latir en resonancia con el movimiento de la creación y con el corazón de la tierra. Esta maravillosa armonía ha garantizado la vida en la tierra y la vida del hombre.
Ahora es demasiado tiempo que el corazón del hombre de esta generación late y gira únicamente para tesaurizar lo que no vale para la verdadera vida y la verdadera felicidad. Ahora es demasiado tiempo que el corazón de millardos de hombres, como un único corazón, está latiendo completamente fuera del ritmo del corazón de la tierra y de la vida, como un corazón fuera de eje, descentrado, espástico. Ahora o la tierra entra en resonancia con este ritmo mortal del corazón humano – pero, así haciendo, se autodestruiría, porque este es el ritmo del latido cardiaco del Maligno y de sus ángeles – o bien la tierra cambia de ritmo, cambia de eje, regresa a un nuevo eje, para volverse a centrar en el propio corazón y en el propio interior, según los ritmos divinos y armónicos de la vida. La tierra tiembla no porque nos quiere asustar, sino porque nosotros hemos asustado a ella, y no parará, no parará hasta que nosotros no dejaremos de hacerle miedo.