En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 20 Junio 2022

Duodécima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 7,1-5

Krìno

Literalmente está escrito: no juzguéis-separéis [griego: krìno].
Krìno, “distingo, elijo, creo, pienso, estimo, establezco, decido, proceso, acuso”. La raíz remite a aquella del latino cèrno, “separo, distingo ”, de hecho la acción a la base de este verbo es el separar, distribuir, barajar, tamizar; decidir. Antiguamente se refería a la acción de hacer montículos separados de trigo y paja: el antiguo babilonio qaranu, de hecho, significa “amontonar trigo y paja”, el acadio karawu, “separar”. Krìno es el acto de barajar, que se extiende luego, en su recorrido semántico, al acto del “sentenciar, pensare, considerar, determinar, decidir”.
Jesús nos invita con mucha fuerza a respetar este procedimiento, literalmente está escrito: No juzguéis-separéis para que no seáis juzgados. Con aquel juicio de hecho juzguéis seréis juzgados, y con aquella medida mediréis será medido a vosotros. ¿Por qué? Juzgar-separar es una acción de Dios, y sólo Dios tiene las competencias y la autoridad para hacerlo. Juzgar es siempre ponerse en lugar de Dios, siempre y en cualquier caso. Jesús nos advierte que, de la misma forma en la que, juzgando a nuestros hermanos, nos ponemos en el lugar de Dios, cumpliendo una acción de Dios, así otros lo harán con nosotros. Más bien precisa que, incluso, la medida, la criba, el tamiz usado para juzgar a los otros será usado con nosotros y con nuestra vida. No es un chantaje, es simplemente un procedimiento. Simplemente funciona así para todos.
Pero ¿por qué juzgar es tan grave según los procedimientos evangélicos? 
Cuando el hombre juzga cumple siempre estas tres cosas abominables y mortales.
Primero, se pone en el lugar de Dios y, estableciendo pesos y medidas totalmente humanos, cumple en ese mismo instante un gesto mental y espiritual de absurda idolatría que, al mismo tiempo, denota profunda, arrogante ignorancia.
Segundo, mientras juzga, el hombre se erige en superior juez de justicia hacia sus hermanos, cuando ningún hombre está, en realidad, sin deudas ni pecados con respecto al amor. Por eso, cuando se juzga a un propio semejante, se cumple siempre inevitablemente un acto de absoluta hipocresía y altiva altanería hacia los propios hermanos y hacia Dios. Jesús subraya este concepto afirmando literalmente: ¿Por qué luego observas la paja aquella en el ojo de tu hermano, la viga por el contrario en tu ojo no la consideras?
Tercera abominación, la más peligrosa. Cuando se juzga, se usan de hecho unos criterios y unas medidas establecidas por los hombre mismos, sin tener la mínima capacidad divina de conocer la inteligencia de la misericordia y la sabiduría del perdón. En el instante en el que decidimos juzgar, y lo hacemos con criterios y medidas establecidas por nosotros, en el mismo instante decidimos que aquellos criterios y aquellas medidas sean un día usados para juzgar nuestra vida y nuestra persona.
Juzgar es una acción profundamente peligrosa y muy estúpida. Juzgar no lleva a ninguna ventaja, genera la separación y nos predispone a condena segura.