En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 28 Octubre 2021

Ss Simon and Jude, aposles

Word for today
The Gospel of Luke 6:12-19

Elección 

Jesús va al monte a rezar y pasa toda la noche rezando a Dios su Padre. Cuando se hace día llama a sí sus discípulos y entre todos elige doce a los cuales da el nombre de apóstoles. Elige Simón al cual da el nombre de Pedro, el Pedro que lo renegará tres veces, elige Tomás que tanto fatigará en creer en la resurrección, elige Judas que lo traicionará y lo venderá al enemigo por un puñado de monedas, elige todos los otros que varias veces en el evangelio son relatados llenos de ambición, envidia, miedo, prejuicios, débiles en la fe y en la capacidad de comprender, arrogantes, presuntuosos, frágiles, todos los otros que en los días de la persecución y de la cruz escaparán y se esconderán atemorizados. Jesús, después de una noche de íntima oración con el Padre, elige estos. Con nuestra pequeña mente hay que preguntarse, si no hubiese rezado, quien hubiera elegido. Nuestra pequeña mente humana cree que Jesús haya rezado el Padre una noche entera, y quien sabe cuantas otras veces, para elegir con sumo cuidado y de manera atenta a sus apóstoles, pero no es así.
¿Acaso el que todo ve y conoce, aquel que es la Vía, la Verdad, la Vida, aquel por medio del cual todo fue hecho y creado y sin el cual nada fue hecho y creado de lo que existe, no sabe quien debe elegir? ¿Acaso Jesús no está en perfecta, íntima, absoluta, continuativa unión y unidad con el Padre y el Paráclito Espíritu, que necesita rezar una noche entera para tener la lucidez y la sapiencia para elegir sus hombres? ¿De qué sirve la noche de oración de Jesús? Jesús no reza para saber unas cosas, para recibir consejos, para compartir unas elecciones, sino para amar y, en el amor, generar amor. Jesús reza el Padre para generar toda la energía de amor que es indispensable a aquellos pequeños doce hombres para iniciar su aventura con el evangelio, en el mundo. Jesús no pasa una noche en oración amante e íntima con el Padre para elegir los mejores entre sus discípulos, los más perfectos, sino reza para crear las condiciones energéticas y de fuerza del Espíritu para que a los que ha elegido, hombres tan pobres y limitados, no falte jamás la fuerza, el deseo, la gana alegre de mejorar siempre y de no ceder a la tentación más potente del Maligno, a su tentación soberana, aquella de detenerse una vez caídos. Jesús en la oración al Padre genera aquel puente de energía maravillosa y potente para hacer posible a sus apóstoles, en el caso de que lo deseen, la victoria sobre toda caída, la reposición después de cada fracaso y error. Los hombres no saben que la posición en la cual Satanás prefiere ver y tener el hombre es aquella de rodillas, posición muy querida también por Dios. Es la posición preferida por Satanás porque el hombre, cuando desde la posición erguida y noble de hijo majestuoso de Dios, es aplastado por los propios errores en contra del amor, es aplastado por el mal, la violencia, por la humillación, la miseria, la ignorancia, por los poderes fuertes y malvados, antes de ceder y arrastrarse definitivamente por tierra, pasa a través de la posición intermedia del estar de rodillas. Satanás prueba un placer desconsiderado en el ver y en el tener un hijo de Dios de rodillas, en el estado de la sumisión, de la opresión, de la postración, del miedo a sí mismo, a Dios, a la vida. Por esto la tentación más potente de Satanás no es aquella que hace fallar al hombre con respecto al amor y a la luz de Dios, sino es aquella que lo tiene de rodillas después de la caída sin el deseo y la gana de volverse a levantar, sin confianza en el amor inconmensurable de Dios. Dios también ama ver el hombre de rodillas, porque de rodillas el hombre puede volver en sí mismo y darse cuenta de cuanto le falta el amor y la luz de Dios, puede humildemente pedir perdón y ofrecer perdón, puede volverse a levantar en la dignidad y en la nobleza de los hijos de Dios y retomar el camino. Jesús reza el Padre para ofrecer a sus apóstoles la fuerza, la energía de amor y el deseo de quererse siempre, siempre, siempre, volver a levantar en la compasión de Dios toda vez que caigan. Jesús no elige los apóstoles porque son los mejores en no caer, sino porque son los mejores a volverse a levantar siempre y a volver a partir con alegría desde sus rodillas y desde la compasión de Dios, una vez caídos. Dios no elige para sí aquellos que no caen nunca, sino aquellos que siempre vuelven a levantarse. Es sólo experimentando de rodillas la invasión amorosa de la compasión de Dios, que el apóstol podrá hacer invadir por la compasión el pueblo de los hijos de Dios. He aquí porque el evangelio escribe: Toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. La fuerza que sale de Jesús, que todo y todos sana y salva, es la compasión de Dios por sus hijos, la misma compasión que Dios inspira a sus hijos hacia sus hermanos. La compasión de Dios sale como energía sanadora de Jesús, la compasión de Dios es representada también  por el lugar llano que Jesús elige para detenerse y para donar su Palabra a su pueblo, para despertarlo al conocimiento, para sanarlo de todo su mal. Los Apóstoles si no serán hombres de la compasión de Dios no serán hombres de Dios sino hombres de religión, y no podrán dar vida a la iglesia de los hombres de Dios sino únicamente a la iglesia de los hombres de iglesia. Es la iglesia de los hombres de iglesia que, viviendo sin compasión todo este tiempo desde Jesús por adelante, ha generado en veinte siglos una espiral de energía maléfica y venenosa que ahora se concretará y recaerá sobre la iglesia, sobre toda la iglesia, sobre la iglesia de los hombres de Dios y aquella de los hombres de iglesia, en una persecución sin precedentes y que jamás la humanidad conocerá. Esta última persecución de la iglesia será infinitamente más cruenta y terrible que la primera, ocurrirá de repente y no durará mucho tiempo, durará el tiempo necesario para llenar de sangre los cálices que por milenios se han levantado al cielo vacíos de la compasión de Dios y llenos del nombre de la religión, del poder, del prestigio.