En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 22 Octubre 2021

Vigésima novena semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evagelio de Lucas 12,54-59

Adanes y Evas

En la naturaleza, la ley gravitacional universal ya está establecida y existe antes e independientemente de las evaluaciones, de las decisiones y de la capacidad de comprensión del hombre. El hombre no está en las condiciones de usar su propia inteligencia para subvertir y modificar esta ley, ni de poder decidir si es justa o menos, si le conviene o menos, tiene de todas formas la posibilidad de usar su inteligencia para aprender a vivir dentro del sistema gobernado por la ley de la fuerza gravitacional universal, en el modo más equilibrado, sano, armonioso y agradable posible.
El Creador no ha hecho don de la inteligencia al hombre para que éste toque y coma el fruto del árbol, el bien y el mal, hasta deformarlo con sus propias acciones (tocar) y hasta trasformarlo, en la metabolización de sus propias entrañas mentales (comer), a su parecer y gusto, y de tal modo decidir por él mismo lo que es vital y mortal, modificando las leyes que gobiernan el todo y el uno. Adán y Eva, en el instante en que tocan y comen el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, en hebreo,‘etz ha-da’at-tov ve-ra’, no obtienen en absoluto la omnisciencia prometida por la Serpiente demoníaca, omnisciencia que el hombre no hubiera podido, de todas maneras, poseer jamás porque es exclusivamente privilegio de Dios. Después de la elección, después de haber tocado y comido el fruto, el hombre ni siquiera añade nada a su propia capacidad perceptiva espiritual perfecta en distinguir y sentir lo vital y lo mortal – capacidad que el hombre ya poseía y que el Eterno seguramente no podía rehusar a su creatura inteligente -; ahora, más bien, el hombre se encuentra con haberla sofocado y vuelto muda. Con la elección de comer el fruto del árbol, el hombre interviene en el conocimiento del bien y del mal, conocimiento de lo vital y de lo mortal, conocimiento que Dios se había reservado para el gobierno perfecto de la armonía y la supervivencia de toda la vida. El hombre modifica de forma incompetente, infantil y arrogante, por desafío y rebeldía, no por amor y crecimiento espiritual. Después de la caída, los Adanes y Evas se han arrogado la facultad de decidir por sí mismos lo que es bien y lo que es mal, vital y mortal y de actuar de consecuencia: una reivindicación de autonomía moral con la cual el hombre apaga su sistema perceptivo, su sentir divino a imagen y semejanza de Dios y reniega su estado de creatura y su vínculo de hijo con el Padre Celeste. Con la elección, los Adanes y Evas han atentado a la soberanía de Dios, se han metido íntimamente en revuelta con su Creador, han decidido sumergir la inteligencia en el orgullo y ya no más en la sabiduría, han preordenado el gusto emotivo a la trasgresión y no a la felicidad, motivado las acciones antes al conflicto que a cualquier otra alternativa. Todo este proceso desarmonioso y separador da vida- usando aquí este verbo en la manera más paradójica, a algo que la vida no conocía- a la muerte. El Creador avisa a Adán: De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte (Génesis 2,16). En realidad literalmente está escrito tú te volverás punible de muerte (literalmente: de muerte morirás en hebreo mòt tamùt). El Creador no amenaza, pero avisa, que tocar y comer el fruto producirá como efecto una terrible deformación creatural, cebará un proceso antes inexistente, el proceso de la muerte. No hay nada espiritual que, en el bien o en el mal, no comprometa en modo determinante la dimensión física, el ADN, los átomos y todas las fuerzas naturales. Bajo del engaño de Satanás, la elección de Adán, cumplida en el intento de usurpar la potencia creativa del Creador, permite a los Adanes y Evas una especie de falso acto creativo al revés, las invenciones de parte de las creaturas de un procedimiento pervertido y destructivo, el invento de la muerte. Esta realidad está revelada inequívocamente en Sabiduría 2,24 donde está escrito: Pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla. La elección provoca un cambio de dimensión creatural, aunque no inmediato. Comer el fruto no procura a Adán y a Eva una muerte instantánea, en efecto ambos sobreviven: el texto habla de la muerte como de una nueva dimensión antes desconocida, habla como el término de una vida miserable y triste. Tocar y comer el fruto, el acto de soberbia de arrogarse el derecho de modificar lo vital y mortal a su propio gusto y ventaja, produce procesos biofísicos y electroquímicos en el hombre que han vuelto el hombre pasible de muerte.
A esta generación Jesús hace un último fuerte advertimiento, más bien a decir la verdad, Jesús se pone como el último decisivo advertimiento a esta generación. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? ¿Cómo es que no sabéis evaluar los tiempos que estáis viviendo y por cuáles razones os encontráis a vivir de este modo entre muerte y miseria? Vosotros no sabéis en absoluto entender por sí solos qué está pasando, dónde os están conduciendo vuestras elecciones y vuestras acciones. A fuerza de decidir por vosotros mismos lo que es bien y lo que es mal, vital y mortal, ahora ya no sois capaces de entender qué os está pasando, la mortalidad de estos tiempos y la tempestad cósmica que está ya sobre vuestras cabezas. Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. A lo largo de este camino de vida terrenal, antes de encontraros ante el Magistrado Eterno, intentad, Adanes y Evas, poneros de acuerdo, encontrar un acuerdo, un equilibrio que apague la revuelta contra Dios, que deje mudo el orgullo y borre el deseo de usurpar a Dios el gobierno de lo vital y de lo mortal, porque de lo contrario seréis entregados a los cobradores celestiales, para indemnizar todas las deudas del no amor y de la injusticia que han dañado al hombre con la miseria, el hambre, el sufrimiento, la tristeza. Volved a vosotros mismos, Adanes y Evas, antes que las potencias de los cielos, las fuerzas inconmensurables del cosmos, del universo y de la naturaleza, a las cuales os habéis rebelado, y que pensabais gobernar a vuestro gusto e interés, os encierren en una prisión inimaginable y trastornadora.  Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.