En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 21 Octubre 2021

Vigésima novena semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 12,49-53

Fuego

El fuego al que Jesús se refiere es la potencia impresionante del conocimiento de sus procedimientos y del amor que él ha venido a traer, y está claro que, por el amor y la pasión con los cuales nos ama, él desearía que este fuego estuviera ya ardiendo y que encendiera el mundo. El bautismo, mejor dicho la inmersión, que le procura angustia, es la inmersión entre los brazos de la cruz, la inmersión en su matanza sobre la cruz. Inmersión mucho más acongojante y terrible, dolorosa y aterradora, cuanto más sea el fruto del odio y del rechazo violento de sus amados hijos. La paz, por el contrario, que él ha venido a traer no tiene nada que ver con la paz de la convivencia de las relaciones humanas, y tanto menos con las generadas y alimentadas por los vínculos familiares y de sangre. De hecho, Jesús nos anuncia de antemano que los procedimientos evangélicos, que ha venido a revelarnos para el verdadero bienestar de todos, encontrarán sus propios acérrimos enemigos y opositores entre los ganglios de las estructuras afectivas de las relaciones familiares. Es casi increíble, pero tristemente verdadero, que entre las paredes de casa maduren las guerras más cruentas entre los corazones y las mentes de diferentes tendencias y concepciones religiosas y de fe y es de hecho en nombre del Evangelio y de su propuesta, que se consuman los más tristes rituales de desconfianza, desprecio y desaprobación. Jesús ha venido a romper la paz familiar y de los vínculos de sangre, porque es una paz falsa, construida sobre convivencias de cómodo y vacías convenciones, tradiciones de hombres, esclavitudes educativas, estilos de vida sin alma y espiritualidad, herencias económicas, chantajes afectivos. Jesús ha venido para traer un fuego, un fuego que traerá división y separación dondequiera las relaciones de sangre y los lazos familiares cubran sólo oportunismo y miedos, intereses y moralismos, sin haber generado verdaderas relaciones de amor, verdaderas relaciones en el espíritu y en el alma.
En realidad Jesús, con el fuego de su propuesta evangélica, cortará y dividirá lo que unido nunca ha estado, sino sólo ha creído estarlo, y esto empezando por la célula familiar hasta cada rincón de la tierra. El fuego de Jesús no quiere destruir, sino purificar, purificar desde adentro, y sólo Dios sabe cuanto hace falta.