En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 5 Mayo 2021

Quinta semana de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 15,1-8

Verdadera vid

Jesús se autodefine la vid, la verdadera vid: esto significa que se autodefine como la vida misma, la fuente, el origen de la vida.
El hecho de que Jesús subraye ser la verdadera vid implica la presencia, en la escena de la vida, de otro actor importante que se debe tener presente, el demonio, el cual, aunque no es ni vida verdadera ni vital, tiene sin embargo la fuerza de proponerse al hombre como vida, como fuente de vida y de referencia. Pero es solo un terrible impostor, un mentiroso mortal.
Mi Padre es el viñador. Los sarmientos son los hombres. La finalidad de la vida de los hombres en esta tierra es glorificar el nombre de Dios Padre. Y ¿qué puede haber de más grande y magnifico, para glorificar el nombre de Dios, que ser felices, estar in paz, respirar del corazón de Dios su energía, para distribuirla bajo forma de paz y de gracia?
¿Qué cosa puede haber que sea más humano, para glorificar el nombre de Dios Padre, que ser abundantes de alegría, fiesta, generosidad, ricos de dones, belleza, verdadero bienestar, serenidad y fuerza divina?
Permanecer unidos a la vid permite llevar mucho fruto, un fruto de felicidad. La unidad con la vid hace cada cosa posible; sin unidad con la vid nada es posible. Si un individuo o una generación de individuos se desprende de Jesús, en un tiempo más o menos corto deja de llevar fruto, no glorifica de ninguna forma el nombre de Dios Padre, se seca y es tirado por la vida misma.
Permanecer unidos a Jesús no se realiza de manera automática con el pertenecer a una religión en lugar de otra, no es participar a un credo en lugar de otro. Jesús se ha encarnado en la historia hace veinte siglos, pero incluso para quien no ha conocido a Jesús ha sido posible vivir unido y enraizado en Él, aun sin conocer su nombre y su Palabra. Jesús es histórico, pero pertenecer a Él y a Él quedarse unidos es un hecho metahistórico, que atraviesa el tiempo y el espacio. Cualquier persona de esta tierra o cualquier generación terrestre, si en el corazón ha amado y adorado intimamente a Dios y ha cumplido acciones de justicia y de paz, gratuidad y gratitud, perdón y misericordia, en armonía con el creado, ha vivido ciertamente unida y enraizada en Jesús, incluso sin conocer el nombre. El hombre, cuando renuncia a Jesús, no renuncia a un credo o a una religión, sino que renuncia a la vida, a la felicidad, a la evolución. El hombre, cuando acepta a Jesús y permanece unido a Él y a su Palabra, elige ser feliz y llevar mucho fruto para glorificar el nombre de Dios en el Espíritu.