En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 25 Mayo 2021

Octava semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 10,28-31

Energía

Una ejemplificación. Después de algunos días de búsqueda, los socorristas logran encontrar a un hombre que se había perdido en la montaña. Al hombre lo encuentran vivo, pero casi congelado, con una pierna fracturada, hambriento y sediento. Internado en un hospital, es seguido con mucha atención y cuidado y, gracias a Dios, los exámenes clínicos a los cuales es sometido, confirman sus discretas condiciones generales: está muy debilitado, magullado, deshidratado, pero sus funciones vitales están en la norma.
Para compensar la deshidratación, favorecer su rendimiento y su cura, se le suministra, como bebida, el aceite sintético para motores diesel de última generación, como alimento, un óptimo caldo de petróleo con pequeñas piedras de torrente bien bruñidas, de la mejor selección, y como acompañamiento, blandos filamentos de cuerda de yute. Para facilitar sus funciones respiratorias, por último, a través de la máscara se le suministra oxígeno con una óptima materia particulada de polvos de arsénico, plomo y amianto.
Inexplicablemente el hombre después de poco tiempo muere de complicaciones imprevistas.
Aún si nadie pusiera en duda el amor y la dedicación, el cuidado y las atenciones para socorrer al hombre que se había perdido, una cosa es segura: para sanarlo le han suministrado sustancias nocivas, peligrosas, para nada dedicadas a su metabolismo.
Si acaso, todo este proceso médico, se hubiese realizado en la más total inconsciencia del error, no habría culpa, pero el daño es cierto y comprobado: el hombre rescatado ha muerto a causa del tratamiento mismo que debía salvarlo.
Si el hombre no se alimenta de energías dedicadas, muere, pero este no es un chantaje, es un dato funcional, objetivo, indiscutible, incontrovertible: el hombre tiene necesidad de energías dedicadas para abastecerse de energía y mantenerse vivo. Tiene necesidad de alimento, líquidos, aire a él dedicados, de sustancias energéticas dedicadas a su particular metabolismo. Si un hombre, encerrado forzosamente por días sin alimento en un refugio científico, debido a una terrible tormenta de nieve empieza a comerse el cuero de sus botas, es supervivencia, pero si el mismo hombre, en la cena de su cumpleaños se come el cuero de sus zapatos mientras delante de sí tiene un plato humeante de fideos con su aderezo preferido, es peligrosa locura.
Así funciona con la dimensión espiritual y afectiva del ser humano. El espíritu y el corazón del hombre tienen necesidad de energía para vivir felices y sanos, de energía dedicada no de energía cualquiera. No es un chantaje como la mente podría pensar, y ni siquiera una cuestión de mérito, como cree el pobre Pedro, es más bien una cuestión de energía, de energía dedicada.
Jesús revela simplemente uno de los conocimientos fundamentales de la existencia, sin el cual la ignorancia, la estupidez y la muerte reinarán soberanas por siempre.
Casa, y todo aquello que esta quiere decir en cuanto a afectos, preocupaciones, vínculos, intereses, proyectos, pasado y futuro, o hermanos o hermanas, con todas las implicaciones afectivas, sociales, hereditarias, o madre o padre, con todo lo que significa a nivel de relaciones, responsabilidad, vínculos, cordones umbilicales, o hijos, con todo aquello que comporta a nivel de responsabilidad, planificación, afectividad, relaciones, o campos, con todo aquello que representan como propiedad, riqueza, realización personal, trabajo, seguridad económica, gestión de bienes, todas estas cosas, dice Jesús, no tienen energía dedicada para ofrecer al espíritu y al corazón del hombre. Estas realidades por cuanto bellas, sagradas, cautivadoras, determinantes sean para el hombre, no pueden proveer a su espíritu la más pequeña partícula de energía dedicada, son perfectamente inútiles. ¿Son realidades equivocadas? Absolutamente no, pero por su misma constitución pueden sólo absorber energía del depósito del espíritu y del corazón sin poder de alguna manera reabastecer a su vez carburante espiritual y cardiaco.
Ahora, si el hombre alienado y temeroso, hambriento, sediento y encarcelado espiritualmente se alimenta de estas realidades, es supervivencia, es decir debe sobrevivir de algún modo. Pero cuando nos despertaremos, accederemos a la metànoia, al cambio propuesto por Jesús, entonces las cosas del mundo se vivirán como realidades que hacen sí parte de nuestra maravillosa vida, pero no serán más realidades en las cuales investir todo y completamente nuestro ser, pues no tienen energía dedicada para proveer a nuestro espíritu. Una hora de adoración íntima delante de Jesús Eucaristía provee más energía dedicada que décadas de compromiso profesional; un acto de compasión y de perdón provee más energía dedicada que cincuenta años de vínculos afectivos; un gesto gratuito de compartir y de caridad en nombre de Dios provee más energía dedicada que una vida de gestos hechos por deber. El tiempo empleado para rezar, para estudiar con afecto y amor la Palabra de Jesús, para realizarla concretamente en el día a día, provee más energía dedicada que cualquier tipo de escuela, curso, convenio, vínculo afectivo, responsabilidad, preocupación, trabajo.
Si, después de haber comprendido esta maravillosa verdad, el hombre continuará voluntariamente a alimentarse sólo y únicamente de estos vínculos para tener energía espiritual, es peligrosa locura.
He aquí porqué Jesús dice que quien tiene el valor de descentrar su vida con respecto a estas realidades, centrándose en Dios y en el evangelio para realizar, podrá proveerse de energía dedicada tan elevada que tendrá cien veces más las fuerzas y las energías para vivir todo lo demás sobre esta tierra.
No por nada el gran mandamiento del amor, en Deuteronomio 6,5, recita literalmente: Y amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón-mente, con toda tu alma-corporada y con todo lo mejor de ti mismo (traducción literal del hebraico).