Han intentado
Han intentado encerrar el evangelio dentro de una serie de preceptos morales para transformarlo en una genérica plataforma con la finalidad de crear un sistema para la buena educación y las buenas maneras, pero el evangelio ha arrancado las cadenas de esta prisión ideológica y ha salido hacia el corazón de los pueblos, más vivaz, potente e innovador que nunca. Han intentado humillar el evangelio dentro de una serie de dogmas, ayunos, sacrificios, listas de deberes, teologías, preceptos y leyes, para confundirlo y diluirlo dentro de una religión y volverlo para la gente viejo, aburrido, embalsamado, encadenado a la tradición enmohecida. Pero el evangelio ha hecho pedazos cada cristalización y se ha derramado en el corazón de los pueblos, más vivaz, potente e innovador que nunca. Han intentado pero no lo han logrado. Más bien, según el divino humorismo de Dios, todo lo que en la historia ha sido usado para combatirlo, perseguirlo, encerrarlo, bloquearlo, enmudecerlo, como imperios, sistemas políticos y económicos, religiones, ideologías, ha sido hecho pedazos por el evangelio mismo, no porque el evangelio sea violento, sino porque es potente, potentísimo. Quienquiera haya intentado manipular el evangelio, controlarlo, hacerlo callar y usarlo para la propia ventaja, o volverlo obsoleto a los ojos de los pueblos, ha sido arrancado de la historia como una pared de papel manila durante un huracán. Intentar detener la potencia innovadora, espiritual, intrínseca del evangelio sería como intentar detener la potencia explosiva del más grande volcán terrestre con una tacita de café. El evangelio es vino nuevo de la humanidad y hay que verterlo sobre corazones nuevos capaces de gustar su maravillosa potencia innovadora y sanadora, iluminante y liberadora. El evangelio no busca prosélitos, sino corazones nuevos en el Espíritu.