En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 13 Julio 2022

Decimoquinta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 11,25-27

Reconozco

No hay sentido para la vida sin alabanza y agradecimiento, agradecimiento que magnifica la gloria y la magnificencia del nombre de Dios.
No hay alabanza sin reconocimiento, sin humilde reconocimiento de su majestad y grandeza.
No hay reconocimiento sin revelación, sin que el corazón diga que sí a las novedades y a la profecía del Santo Paráclito y se vuelva una vía de su revelación.
No hay revelación sin honestidad intelectual, sin humildad intelectual. Para hacer un ejemplo obvio: quedarse granítica y testarudamente convencidos de que la tierra esté por principio al centro del universo, en el instante en que mirando dentro de un binóculo se puede observar cómo no lo está, es peligrosa y venenosa falta de honestidad intelectual, ausencia total de percepción de la realidad, despego visceral de todo sano realismo. 
No hay honestidad ni humildad intelectual sin metànoia, sin mutación de la orientación mental.
No hay metànoia sin el placer profundo y cautivante del amor de Dios, del amar a Dios, del sentirse incomprensible y totalmente amados por Dios, estado interior éste que brota en el abandono total en sus manos y en su bondad.
Jesús clama de emoción desbordante de alegría y casi no logra esconder su satisfacción exquisitamente divina en reconocer que Dios su Padre, a los académicos, a los inteligentes y a los sabios de la tierra no revela nada de su sabiduría que sirve al hombre para vivir y mejorar la vida, simplemente porque a Dios Padre esto no le gusta, no procura placer, no procura alegría. Magnífico. Simple. Inapelable.
Literalmente Jesús dice: Reconozco, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que has ocultado estas cosas a los sabios y a los inteligentes y has revelado éstas a los pequeños. Sí, oh Padre, porque así cosa grata ha sido delante de ti. Tal vez es por eso que la presunción antes y la arrogancia después se vuelven la mano violenta de la ignorancia de los doctos y de los poderosos de la tierra que no encuentran otra vía que cubrir, con el sometimiento de los pueblos y la ostentación de su poder, su patético fracaso para con la humanidad. La presunción y la arrogancia de los doctos y de los sabios de la tierra, además de callar la voz de los profetas, impiden toda revelación divina y alimentan el silencio de Dios Padre. Es peligroso, extremamente peligroso y estúpido, cerrar la boca a los profetas y alimentar con la presunción y la arrogancia el silencio de Dios. Sin revelación, sin alguien que nos revele la Palabra, que nos abra al conocimiento de la Palabra, que nos sepa inspirar, estamos perdidos, completamente perdidos, increíblemente perdidos. ¿Por qué? 
Porque revelar es advertir contra el peligro, cuando nadie todavía lo ve y lo percibe. Revelar es confiar a pocos cómo funciona, cuando otros no quieren y no pueden entender. Revelar es manifestar y cantar la alegría y la belleza, contar los prodigios de la providencia, anunciar la Palabra, celebrar y agradecer por todo el amor, ser síntoma de novedad y cambios, divulgar la sabiduría, soplar el Espíritu, desvelar el misterio, enseñar la vía, difundir el bien, abrir las puertas al conocimiento, indicar el camino, evidenciar una hendidura de luz, propagar el entusiasmo y la pasión, esparcir la alegría. Revelar es disolver los engaños, descubrir la malicia, descubrir la estafa. Revelar es comunicar el bien, expresar lo hermoso, proclamar Su Nombre, enseñar los procedimientos divinos, explicar a quien ignora, sugerir a quien busca, transmitir confianza, extender el conocimiento de Dios, trazar vías nuevas según el Espíritu, exaltar Su favor para el hombre. Revelar es romper con el compromiso, desmentir a los charlatanes, derrocar a los poderosos, inspirar a los pobres a deseos mejores, devolver a los dóciles los recursos de la tierra.