En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 11 Julio 2022

San Benito abad, patrón de Europa

Palabra del día
Evangelio de Mateo 19,27-29

Dejar

Es absolutamente cierto que la vida no te abre una puerta hasta que no has cerrado otra, pero es también absolutamente cierto que no se cierra nunca una puerta si, por lo menos por fe, no deseas que se abra una mejor. No es posible desenamorarse de una realidad sin haber iniciado a enamorarse de otra. No se pueden dejar las cosas del mundo por deber o por miedo del juicio divino, sino solo si las cosas del Reino del Amor de Dios nos gustan más, nos hacen más felices, llenos de vida y nos hacen enamorar. No se puede dejar la ambición, si no se inicia a enamorarse de la profunda paz que donan la gratuidad y el abandono en Dios. No se  pueden dejar los cordones umbilicales o los legados familiares, si no nos enamoramos del verdadero y único Padre y Madre de nuestra vida que es Dios. No se pueden dejar el vínculo y la presión determinados por las expectativas de los demás, si poco a poco no se alimenta la adoración y la obediencia amorosa por las expectativas de Dios hacia nosotros. El corazón del hombre no puede dejar la adoración del éxito, de la imagen, del dinero, si humildemente no se enamora de la magnificencia de la naturaleza, de la sapiencia de la Palabra de Dios, de la paz íntima en la adoración silenciosa y amante de su nombre.
El corazón puede dejar un tesoro sólo cuando encuentra otro más rico y precioso (Mateo 13,44-46). No se puede dejar algo, si no se ha ya encontrado algo mejor y más bello. De aquí la tarea de los hombres que hablan en nombre de Dios: inspirar, inspirar, inspirar la humanidad. Inspirar la humanidad hacia formas de amor superiores, hacia formas de convivencia y de compartir desconocidas, hacia caminos de conocimiento y progreso social inéditos. No guiar, consolidar, mantener es la primera tarea de los discípulos de Jesús, sino inspirar, inspirar los pueblos a las novedades del Espíritu, según las palabras del evangelio, con la potencia del Santo Paráclito.
Hasta que un pueblo cree adrede que lo que es tradicional y antiguo es bueno y santo, y lo que es nuevo e inédito es enemigo y peligroso, aquel pueblo no está inspirado ni guiado por el Espíritu, sino por alguien más.
Inspirar es la tarea, porque no se puede dejar sin antes haber encontrado algo más precioso y grande. Pero si es cierto que no se puede dejar, sin antes haber encontrado, es también cierto que cuando se deja algo es absolutamente seguro que se encuentra siempre algo, algo más grande y precioso.
No se puede dejar sin haber encontrado y no se puede encontrar sin haber dejado. Es el juego da la vida: el juego de la semilla que muere, de la piel de serpiente que muda, de la oruga y de la mariposa, de la noche y del día, del fuelle del respiro que nos mantiene en vida. Así quienquiera ha dejado las cosas y las relaciones de esta tierra, porque enamorado del tesoro del reino de Dios y de la tarea de inspirar la humanidad, encontrará y recibirá cien veces más, dice el evangelio, porque el amor por lo que es del Espíritu es para siempre.