En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 21 Julio 2022

Decimosexta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 13,10-17

Orejas y ojos

Para escuchar y propagar habladurías, vanidades, envidias, calumnias, prejuicios, opiniones, chismes bastan las orejas, no sirve un cerebro particularmente equipado, pero, para comprender y entender la verdad y la realidad, las orejas no bastan nunca, más bien, no sirven absolutamente. Para mirar el moverse de la vanagloria, de lo efímero, de la exhibición, de la ostentación, de la ambición, del éxito, de la imagen de sí y de los demás bastan los ojos, no sirve un cerebro particularmente equipado, pero para ver dentro de la verdad y de la realidad, y comprender y entender en profundidad, los ojos no bastan nunca, no sirven absolutamente.
Escuchar con las orejas y mirar con los ojos desconectados del corazón, de la comprensión, de la verdadera inteligencia, de la misericordia, de la amabilidad es la elección mental y espiritual muy precisa para permanecer para siempre en la total superficialidad y estupidez, en la ignorancia, en la dureza del corazón, en el prejuicio. Es la elección de una mente que decide permanecer tenazmente encadenada a sus propias cegueras, aferradas a sus propias vacías certezas y a sus propias desconectadas convicciones, para hacer de eso el perno de su propia actividad mental y de su propia visión intelectual. Es la elección de no concederse una posible mutación espiritual hacia la luz y el gozo; es la elección decidida de no querer más curarse por dentro, de no querer sanar los pensamientos, de no modificar absolutamente el propio diálogo interior, cueste lo que cueste.  
He aquí porque Jesús explica la verdad, revela sus procedimientos a la gente, hablando con parábolas. De esta manera, quien está acostumbrado estúpidamente a escuchar sólo con las orejas y mirar sólo con los ojos, sin un mínimo de sabiduría e inteligencia interiores, aún escuchando a Jesús en persona, nada puede entrever de la luz infinita de su sabiduría y nada puede entender y comprender de la majestuosidad de su Palabra. Por el contrario, aquel que se abstiene del prestar orejas y ojos al juego ininteligente del transvase de los chismes, de la basura de la envidia, de los celos, de las opiniones, de los prejuicios, está listo para sumergir su propia mente y su propio corazón en el mar inmenso y luminosísimo de la sabiduría de la Palabra de Jesús y de sus santos procedimientos: he aquí, éste verá mutar completamente su vida, llenándola de real bienestar, salud, serenidad y paz.
Jesús no quiere revelar nada, pero precisamente nada, a quien ya ha decidido, con su propia escucha superficial y vacía, ser estúpido y arrogante con respecto a los hermanos, a Dios y a la vida, porque nadie más que Él sabe que la estupidez y la arrogancia, en una mente superficial, no tiene curación, ni en la tierra, ni en el cielo.