En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 4 Julio 2022

Decimocuarta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 9,18-2

Puente

Tomás, el discípulo que duda de la resurrección de Jesús, afirma que creerá en Jesús resucitado sólo si podrá tocar sus heridas y poner la mano en su costado. Para Tomás tocar es poder creer. Para la mujer aquejada por la hemorragia, la mujer del manto, creer ya es tocar. Para Tomás creer ocurre después de haber pensado mal de Jesús y dudado de los hermanos, y ocurre sólo porque Jesús le ha concedido ver y tocar. Para la mujer del manto creer es mantener en la más perfecta limpieza los propios pensamientos hacia Jesús, sin ensuciarlos con dudas, interferencias, sospechas. La fe en Dios es posible sólo y únicamente si la mente no piensa mal de Dios, no lo considera culpable jamás. Jesús, en Marcos 5,36, expresa perfectamente el concepto según el cual la pureza mental con respecto a Dios es la raíz misma de la fe: No temas, basta que creas. Para la mujer del manto creer es ver en Jesús lo que nadie está viendo, aun si todos en aquel momento lo están mirando, es tocar de Jesús lo que nadie está tocando, aun si todos le están encima. Para la mujer del manto no es necesario encontrar la luz de la mirada de Jesús para poderse sanar del propio mal, ni siquiera recibir la potencia de su Palabra, ni la compasión de un gesto suyo; a la mujer del manto basta el manto, el manto es suficiente, el manto es todo aquello que sirve para sanar y salvarse. Para la mujer del manto, el manto de Jesús es un puente con Dios, la misericordia y la compasión de Dios.
¿Cuántos, en aquel mismo momento, estaban tocando el manto de Jesús al medio de aquella multitud de gente? Sin embargo nadie lo ha usado como un puente con Dios. Todos están alrededor de Jesús pero nadie lo está realmente tocando, nadie está realmente tocando Jesús y su potencia salvadora y sanadora, y nadie, excepto la mujer del manto, ha recibido la vibración, la energía salvadora y sanadora de Dios. ¿Cuántas manos han tocado aquel manto?  Los discípulos han sido rozados por ello quien sabe cuantas veces, la gente por la calle, amigos y enemigos durante las cenas, los sacerdotes del templo durante el proceso, los soldados durante la flagelación y la crucifixión, sin embargo sólo la mujer del manto tiene un fe tan poderosa que usa aquel manto como un puente, el puente entre el hombre y Dios, para recibir la energía de Dios.
La fe verdadera ve, dondequiera y siempre, donde se mueve Dios y Dios nos conduce, nos lleva, a través de mantos y puentes, para encontrar su energía salvadora y sanadora.