En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 6 Julio 2022

Decimocuarta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 10,1-7

Por el camino

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Según los textos evangélicos no hay duda, el poder de sanar de toda dolencia y enfermedad es prerrogativa imprescindible del modelo de evangelización de Jesús, y Jesús ofrece a sus discípulos este poder como el primero de los dones espirituales para el bien de la propuesta evangélica y para el bien de la gente. Jesús ata indisolublemente el anuncio a la humanidad que el Reino de los cielos está cerca, que el Reino del amor como Dios lo desea para nosotros, según los procedimientos del evangelio, está cerca, ya es posible ahora, en este momento, en esta tierra, el poder divino de sanar dolencias y enfermedad.
Es claro que Jesús, con el poder de curar, no ofrece a los apóstoles una posibilidad adjunta, sino la prerrogativa sustancial de la evangelización y de la catequesis de la iglesia. Jesús no ofrece solo un don, un poder, sino la sustancia identificativa inderogable de la iglesia y de la propuesta divina al mundo. Sanar toda dolencia y enfermedad no es una sugestiva propuesta que Jesús hace a sus discípulos, sino una indicación imperativa, irrenunciable, indispensable, no escindible de la evangelización misma y de la liturgia, del celebrar de la comunidad. El proceso de liberación, que quiere Jesús, inicia del dono a los suyos de poder curar las dolencias y las desarmonias de todas la personas, poder que Jesús mismo ha siempre ejercitado para el bien de su pueblo a lo largo de su camino terrenal.
Por el camino, este poder, esta tarea de la iglesia, que deriva de la autoridad misma de la Palabra de Jesús, esta tarea imperativa de los discípulos de Jesús, a favor de la humanidad, se ha apagado, se ha perdido, ha sido olvidado, dejado atrás. Por el camino, anunciar el evangelio ha sido separado del sanar, de la capacidad de curar a los hombres de dolencias y enfermedad.
Por el camino, se ha pasado del considerar esto, que era el primero de los poderes, la prerrogativa más competente de las tareas constituidas por Jesús mismo a servicio de la humanidad, poder indisoluble de la evangelización, al casi total silencio además que a la incapacidad, a la impotencia y a la imposibilidad de practicarlo, hasta la absoluta escisión entre este poder divino y la evangelización, la liturgia, la vida de fe.
Al contrario, por el camino, las dolencias y la enfermedad se han vuelto en la cultura religiosa sinónimo de voluntad de Dios, de predilección divina, la cruz divina que aceptar para el bien de la humanidad para la purificación de la propia alma.
¿Por qué Jesús, por tres años en esta tierra, casi día y noche ha pasado por pueblos y ciudades, curando decenas de millares de dolientes y enfermos de todo tipo? ¿por qué habría dado como primer poder a los suyos curar a los enfermos? ¿Por qué habría atado tan indisolublemente este divino poder taumatúrgico a la evangelización y a la vida de la iglesia, si la dolencia y la enfermedad fueran voluntad de Dios e hicieran parte de nuestro destino de liberación?
Por el camino, se ha perdido el poder de sanar, se ha invertido el sentido de la enfermedad. Por el camino, cualquier interés por este don divino, cualquier sensibilidad por este servicio, cualquier despertar de este poder divino de sanar las enfermedades de los hijos de Dios, se ha vuelto sinónimo de impostura, trampa, herejía antievangélica, motivo de ridículo, escándalo, persecución, denigrante alejamiento de la iglesia.
Por el camino, se ha hecho camino lejos del camino.
Pero, ¿qué ha sucedido por el camino? ¿qué ha sucedido, tanto que se perdió este don tan potente, este servicio tan útil y vital para la humanidad, tan ligado a la evangelización y a la vida de la iglesia?
Ha sucedido que el por el camino de Jesús se ha transformado en haciendo camino del hombre. El por el camino evangélico, sinónimo de libertad, independencia, simplicidad, universalidad, pobreza se ha transformando en el hacer camino. El evangelio, que había nacido para atravesar todos los caminos del mundo y llenar todos los corazones de amor y las mentes de sabiduría, se ha vuelto motivo para hacer camino, para alcanzar poder, éxito, dinero, cultivar ventajas personales, crear jerarquías y sumisión. Por el camino la ambición ha transformado el evangelio en hacer camino. El primero de los poderes espirituales, el poder de sanar a los enfermos y de expulsar a los espíritus impuros, se ha apagado, ha sido olvidado y la evangelización se ha debilitado, ha perdido su sal y su luz, mientras en su lugar se han considerado más funcionales para la iglesia y para la evangelización otros poderes y otros dones. Por el camino la ambición ha transformado el evangelio en hacer camino. Si la iglesia no reniega a los otros poderes, será renegada por los hombres.
El amor de Dios es tal que si la iglesia, los discípulos de Jesús, en este instante, renegaran el hacer camino y toda forma de ambición, todo podría partir nuevamente en la luz fulgurante del evangelio.