En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 18 Julio 2022

Decimosexta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 13,24-30

Sembrar no erradicar

Es el más colosal de los engaños. Se nos ha hecho entrar dentro a la fuerza y corre en la sangre y en los circuitos mentales como la verdad más sagrada e intocable. No teniendo la visión del Uno y del Todo nos estamos alimentando desde millones de años con una mentira gigantesca y terrible que es capaz de envenenar toda la vida y provocar todo el dolor y el mal del mundo. Nosotros pensamos, según nuestra razón y según nuestra verdad, que hace falta deshacerse del mal para superar el mal, que hace falta combatir el mal para vencer el mal. Nada más falso. Nada en el mundo multiplica el mal como combatir el mal. Es Jesús que lo afirma con claridad inequívoca en la parábola que nos cuenta del campesino que siembra la buena semilla y del enemigo que, en el mismo campo, siembra la cizaña. Los siervos de la parábola, que piden al patrón que baje al campo para extirpar la cizaña, bien representan la peligrosa y enraizadísima convicción del hombre que está convencido de poder combatir el mal bajando al campo del mundo para extirpar el mal, para deshacer lo que el mal cumple continuamente. Es esta convicción, tan enraizada en las culturas, en las religiones, que multiplica así con desmesura las semillas del mal en el mundo. Cada ves que el hombre baja al campo de la vida para extirpar y deshacer el mal, baja al mundo al servicio de Satanás y de sus ángeles para multiplicar las semillas del mal. Jesús, el Señor de todas las cosas, que conoce el Uno y el Todo, es clarísimo: Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero. Jesús es clarísimo. El mal no se debe deshacer, no se debe combatir y extirpar, porque, según leyes para nosotros no perfectamente comprensibles, el mal de esta manera es multiplicado y hecho más fuerte. Jesús es clarísimo. No se deben hacer esfuerzos para extirpar el mal, sino se debe multiplicar con todas las fuerzas el bien, la semilla de la felicidad, del verdadero bienestar, de la justicia. Según las palabras de Jesús no se pueden extirpar las semillas del mal del campo de la vida, no es la tarea de los hombres que deciden creer en él. Los hombres y las mujeres que deciden seguir a Jesús y al evangelio no deben ocuparse de combatir y extirpar el mal, sino deben ocuparse total y completamente de la multiplicación de las semillas de la luz, del amor, del bien. La tarea de los verdaderos hijos de Dios es sembrar la equidad, no deshacer las injusticias, sembrar el compartir, no combatir los apegos y la posesión, sembrar cuanto más posible y continuamente el conocimiento, no combatir la ignorancia. La tarea de los verdaderos hijos de Dios es invadir el campo del mundo con semillas de belleza, paz y armonía, sin nunca distraerse para desenmascarar las semillas de la grotesca estupidez e injusticia sembradas por el mal. La tarea de los verdaderos hijos de Dios es invadir el mundo de amor por el Dios de la vida, de profundo respeto por la naturaleza y por todo el universo sin nunca perder un segundo en dárselas de paladines del bien y de la injusticia, sin nunca distraerse un segundo para extirpar las solapadas maniobras del mal. La tarea de los verdaderos hijos de Dios es calentar el corazón del mundo de amor sin nunca preocuparse del frío sembrado por el Maligno y por sus hijos. Más allá de cualquier convención y convicción humanas esta es la verdad que Jesús nos revela con respecto al mal y a la manera de vencerlo hasta que estemos sobre esta tierra, y está inequívocamente claro y no interpretable. Extirpar el mal sembrado por el Maligno no es absolutamente una tarea del hombre. Tarea del hombre es multiplicar las semillas de bien, de paz, de justicia, de compartición, de amor, compasión y perdón. El resto está en las manos de Dios y sólo en sus manos. El hombre no debe entrar en esta batalla contra el mal: de eso saldría sólo del mal para sí y para el mundo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Ésta es la orden clarísima de Jesús, porque Jesús sabe que sólo así la voluntad de Dios Padre se puede cumplir en plenitud, sin ser ralentizada por la ignorancia y por la estupidez del hombre que intentarían cumplir esfuerzos enormes e inútiles para extirpar el mal. Sólo y únicamente al momento de la cosecha diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla; el trigo, por el contrario, pónganlo en mi granero. Dios Padre sabe perfectamente cuándo, cómo, qué hacer para vencer al Maligno y sus semillas venenosas, y Jesús le recuerda al hombre qué hacer y cómo hacer para no obstaculizar la voluntad de Dios y ser útiles a las semillas de la luz y no a las de las tinieblas.