En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 12 Julio 2022

Decimoquinta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 11,20-24

El reproche

Literalmente: entonces se puso a reprobar [griego: oneidìzeinlas ciudades donde había ocurrido la mayoría de sus milagros, porque no se habían cambiado-de-mente[griego: metenòesan, verbo metanoèo]. 
El reproche es para quien no cambia mente. El reproche de Jesús es para quien no cambia orientación mental ni siquiera ante la evidencia de la maravillosa eficacia y de la potencia de la propuesta evangélica. La metànoia que Jesús propone es el primer y definitivo paso hacia la evolución intelectual y espiritual de la persona. Cambiar la orientación de los pensamientos es la llave de cada posible éxito y crecimiento individual y colectivo. 
Cambiar mente no es reorganizar el sistema de nuestros prejuicios, no es modificar las jerarquías de nuestras perspectivas, intercambiar los primados de nuestras expectativas, reemplazar nuestras alianzas. Cambiar mente no es apagar unos prejuicios para encender otros, no es abrazar una línea de pensamiento, identificarse con una filosofía, adherir a una religión en lugar de otra. Es posible adherir y convertirse a cien religiones distintas, manteniendo la misma orientación mental. Cambiar mente no es cambiar de moral, comportamiento, ritualidad, política, manera de juzgar.
Nuestro corazón es como un campo de tierra y nosotros decidimos, día tras días, qué sembrar, qué cultivar. Dos son las tipologías de semillas posibles: semillas blancas de luz, el trigo bueno, semillas negras de tinieblas, la cizaña, ambas necesitan cuidados, quieren ser alimentadas, quieren crecer y dar fruto. Cambiar mente es decidir firmemente cuál de las dos semillas sembrar en el campo de nuestro corazón, cuál cuidar, cuál de las dos mantener en vida o dejar morir. Cambiar mente es decidir, es consagrarse de manera totalizante para alimentar, con las elecciones de nuestro corazón, la semilla de luz, del amor, del perdón y de la paz y no la semilla negra de la rabia, del desafío y del conflicto. Cada pensamiento nuestro, cada diálogo interior nuestro y cada orientación mental, alimenta a una de las dos semillas y deja en el hambre la otra, refuerza una y debilita la otra, cuida de una o de la otra. Jesús en todo el evangelio nos inspira, nos enseña, nos hace prudentes y sabios para aprender a distinguir los diálogos interiores y los pensamientos que pueden alimentar una o la otra de las dos semillas que estamos sembrando dentro de nosotros: la semilla negra, la cizaña o la semilla de luz, el trigo bueno.
Jesús ha sido matado y eliminado precisamente porque ha revelado la verdad de la energía de nuestras orientaciones mentales y espirituales más allá de las convenciones religiosas intocables, de las convicciones espirituales graníticas, de las seguridades y certezas morales observadas por los hombres hasta en nombre de Dios. 
El diálogo interior que se orienta hacia el elegir, como solución a los conflictos y a los problemas, el perdón, el desapego a las cosas, el dejar ir, la misericordia, la ausencia de juicio y de condena del prójimo, la gratitud en cada ocasión de la vida, la gratuidad y la oración de alabanza como actitud interior, alimenta la semilla blanca de luz. El diálogo interior que se orienta hacia el eligir, como solución a los conflictos y a los problemas, el juicio, la venganza y la oposición, la rabia, el fastidio, el conflicto, el prejuicio, la posesión, el retener, el propio interés, el desafío, la competición, la ambición, alimenta la semilla negra de tinieblas.
Es una elección. Una elección definitiva y totalmente personal e íntima de mutar orientación mental cambiando el diálogo interior, y nadie en el cielo y en la tierra puede hacerla en nuestro lugar: es una elección que cada uno de nosotros, consciente o inconscientemente, ya ha hecho y ya ha decidido instante tras instante en la propia vida.
De la orientación mental de nuestro diálogo interior profundo dependen las reacciones emotivas, las reacciones físicas, las armonías y las desarmonías, el destino mismo de la vida. Jesús nos inspira a mutar orientación mental y espiritual y nos enseña a alimentar nuestro corazón de energías de luz y de amor para nuestro verdadero y real bienestar. Jesús colecciona sabiamente todos sus procedimientos y todas sus indicaciones divinas en el escriño preciosísimo de las Bienaventuranzas.
Las Bienaventuranzas son el mapa, la guía, las instrucciones para el uso para los que deseen orientar su vida hacia la luz y la belleza, y suministrar comida para el hambre de la semilla de trigo bueno que camina hacia la felicidad, la salud y la paz.