En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 27 Julio 2022

Decimoséptima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 13,44-46

Todo por nada

Durante su existencia, los hombres hacen de todo para alcanzar, probar, asegurarse un poco de placer. Cada pensamiento, palabra, acción del hombre está vinculada por este proceso y por esta búsqueda obsesiva. No hay nada en la vida humana que no recaiga, de un modo u otro, en la búsqueda del placer. Los hombres hacen todo y cada cosa por el placer, por algún tipo de placer. Hasta la guerra, la destrucción, la rabia, la ira, el odio, el poseer se mueven desde el corazón del hombre en nombre de alguna forma de placer. Todo por el placer. Todo por nada.
¿Por qué? Porque no es un placer requerido por el alma, por el corazón, por la verdadera esencia del hombre, por su verdadero y divino yo, sino es un placer requerido por el ego, por el yo-sustituto y sediento de ambición que todos nos hemos construido dentro para secundar los adiestramientos del mundo y para complacer a los demás. Este es un placer ilusorio e hipoenergético, que sirve sólo para colmar por un momento los vacíos, para aliviar por algún instante las heridas, para aplacar por algún segundo desafíos y rebeliones tan viscerales cuanto antiguas, pero que no dona alegría, no implica alegría, no conduce a la alegría. Es este incalculable hacer, hacer todo por nada y sin alegría verdadera, que hunde a la humanidad en un inmenso océano de tristeza, tristeza que se respira y se mastica, se toca y se roza por todas partes. El tesoro que Jesús propone es usar el evangelio para reencontrar la unidad consigo mismo, el amor por sí mismos, el honor por aquel maravilloso acto creativo que nos hace amadísimos hijos de Dios, para reencontrar unidad, amor, honor con respecto a Dios, con los demás y con todos los seres vivientes. Este tesoro ofrece placeres desconocidos y maravillosos, y conduce a la alegría, a la alegría que Jesús desea verter sobre nosotros en medida perfecta (Juan 15,11), sacudida y desbordante (Lucas 6,38). Alegría que, él mismo afirma, ninguno jamás podrá quitárnosla.
La alegría no es el tesoro. Pero no es el tesoro, si no da alegría.