En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 26 Julio 2022

Decimoséptima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 13,36-43

No combatas

Combatir es siempre usar la fuerza, el procedimiento tenebroso de destrucción del Maligno, siempre. Combatir el mal, además de usar la fuerza del Maligno, es ponerse en el lugar de Dios, es la más perversa y venenosa de las formas de idolatría. Nunca en el mundo se ha hecho tanto mal como cuando se ha combatido contra la injusticia, la herejía, el pecado, el mal. La injusticia nunca ha hecho tanto mal como cuando se ha combatido por ella. La herejía nunca ha sido tan engañosa y peligrosa como cuando se ha combatido en contra de ella. El pecado no se propaga nunca tanto como cuando se intenta combatirlo. El mal nunca es tan poderoso y eficaz como cuando se lo combate. El fin no justifica los medios. El fin revela los medios. Todo combate, independientemente de la razón por la cual es realizado, facilita, acrecienta y refuerza el mal. Si los medios son del enemigo, el Maligno, suyo es también el fin. Si los medios son de Dios, suyo es también el fin.
La inspiración de Jesús es altamente ilógica para nuestras pequeñas mentes y para nuestros limitados procesos mentales y teológicos. Jesús nos inspira a sembrar el bien, nunca a combatir el mal. Nos inspira a multiplicar la gratuidad, no a combatir la ambición, a generar gratitud, no a combatir el desinterés, a sumergir el corazón en el perdón, no a combatir el error o el errante. Nos inspira a sembrar el amor como hijos del amor para multiplicar dondequiera la belleza, la gracia, la amabilidad, la sonrisa, no a combatir.
Cuando Jesús volverá a la tierra dará la tarea a sus ángeles y arcángeles de combatir y vencer el mal, tarea que nunca ha dado a sus hijos humanos en esta tierra. En esta tierra es sólo y únicamente la siembra y la multiplicación del bien y del amor que puede debilitar el mal. Los hijos del Maligno se reconocen porque combaten, combaten siempre, todo y todos. Los hijos de Dios se reconocen porque no quieren combatir y vencer el mal, sino quieren servir el amor y sembrar el bien.